sábado, 12 de septiembre de 2009

Zona Sur: Valdivia y la Casa Grande (Ada Zapata)

Descorriendo el velo de la indiferencia

Alguna vez pensaste que una familia es un ato de perros? cada animal ensimismado desea ir por su lado estirando al resto. De pedigree por supuesto, Valdivia nos entrega un elemento faltante al fragoso diálogo del cine boliviano, la atmósfera residencial paceña de Zona Sur.

En esta jauría boiviana se menean blandamente el encanto de los cholos, la virlocha lesbiana y los mestizos jailones. En Zona Sur los empleados hablan entre sí en aymara, sin ninguna traducción para los curiosos espectadores, poniendo en evidencia nuestra aceptada indiferencia y nuestra incapacidad de entender un mundo que se cierra sobre nosotros; gravitando peligrosamente en el cine indigenista de Sanjinés que mira la hoyada, o pasando por el humor negro del cine urbano de Marcos Loayza.

La película transcurre en la blanca contención de una casa que relumbra como personaje solitario. Con un innovador desplazamiento, el lente de la cámara nos introduce en el vientre de ésta por un espejo "ojo de pez" situado en la puerta, y de forma circular con movimientos espirales descubre un extrañamiento visual, una mirada externa que atrapa con pulcritud al espectador. Dos grandes relojes sembrados en la cocina dan cuenta del mundo redondo en el espacio cerrado y nuclear de la casa, a semejanza de una acomodada jaula. La cámara descriptiva regresa egocéntricamente sobre el narcisismo de los personajes, atrapados en la casa, incapaces de ver lo que está más allá del deseo de sus propias narices. Gracias a estos lentos movimientos de cámara, la claustrofobia la única locación (la casa y sus habitaciones) se transforma en el espacio de descubrimiento donde cada objeto habla en silencio de los dueños.

Tratando de dar profundidad a los personajes, en la superficie de una aparente calma, Valdivia parece contestar a la irresuelta mirada maniqueista de Sanjinéz con una lectura amable de las diferencias raciales, culturales, y del enfrentamiento de clases en la sociedad paceña. Las diferencias están ahora mediadas por la negociación, por un trato cordial y finalmente humano en la convivencia de dueños y empleados. Sin embargo con esa misma calma y con una violencia velada se sugiere que en la tranquilidad de la Zona Sur la clase alta es desterritorializada, y la casa (o este lado de la nación boliviana) es comprada a la Señora por la Chola, creándose una nueva casta pudiente. En la "casa tomada", se desenvuelve otro juego de las diferencias culturales, y la discriminación que no deja de existir. A la burguesía boliviana no le queda más que congraciarse con el cholaje, adoptar otro tono con la otredad si quiere sobrevivir. Diferente pero igual, juntos pero no revueltos, la película reproduce el consabido trato de poder donde en última instancia no se borran las diferencias, las tensiones sociales y raciales en un país que sufre inesperadas metamorfosis.

Inocentemente Andrés, el niño de la casa , está por fuera y por encima de esta, en la edad mítica escapa a los techos con un par de alas de papel. En la única escena donde se abandona la casa, escondido , acompaña al mayordomo (Wilson) al funeral del hijo de éste. La fuga hacia "el otro lado" conduce a un lugar cerca al lago Titicaca donde los comunaríos semejan otro cerco inquebrantable, un solemne ritual fúnebre del que casi nada podemos ver.

El anacrónico niño, como una atemporalidad o como el reflejo de otra generación (viste como un pequeño de los años sesenta, con pantalones cortos y tirantes) probablemente representa un futuro conciliador de la sociedad, la alianza entre La Señora y Wilson, entre el amo y el subalterno, matriarcado boliviano donde se comparte la mesa. Tal vez por eso ante la angustia de la madre Andrés sabe que es el momento de volar, de abandonar la casa y el pasado, aunque sólo sea para emigrar a España o para construir otra gran casa en Huajchilla.

¿La película se queda light?, Zona Sur tampoco escapa a la exageración con alguna escena teatral, que simbólica como marca del director, se desenmarca del estilo realista de la película: con las manos forzadamente levantadas y apoyadas contra las ventanas de la casa, los personajes describen el cuadro de su desesperación. A pesar de la excelente realización que pone nuevamente a Valdivia a la cabeza del cine boliviano (con movimientos poéticos y una imagen impecable), Zona Sur no se libera de cierta atmósfera de telenovela, matizada por la influencia del destape mejicano con películas como Y tu mamá también; sin llegar a la corrupción las abiertas escenas de sexo entre los jóvenes decoran la película con desenfado. Se coquetea con la piel y las verdes hojas del jardín, las caricias lésbicas sobre las diferencias sociales y la sensualidad del cuerpo de la noviecita tonta en las finas sábanas del jailoncito arrecho.