sábado, 12 de septiembre de 2009

“Sé feliz, deja tus privilegios” (María Galindo)

Servidumbre y servidos comparten un espacio de encierro en una casa de lujo. La película plantea de manera muy elocuente la irreversible decadencia de la clase dominante blancoide paceña. Sus taras, sus imposturas, sus superficialidades, su vacío existencial y, sobre todo, su recambio generacional; es decir, sus hijos como lo peor que han producido.

Los cánones de clase que plantea, como la ausencia de padre, la madre machista atrapada en un deber que resulta demoledor para ella misma, la servidumbre vivida como un derecho natural, etc. Todos estos cánones están perfectamente retratados con una exquisitez de detalles que hacen de la película de Juan Carlos Valdivia probablemente el único retrato de clase alta bien logrado del cine boliviano.

La película está hermosamente armada en la dirección de fotografía, en la construcción de escenas, en la dirección de actores y en la puesta en escena.

La permanente penetración en los resquicios más íntimos de la cotidianidad no deja casi ni un cabo suelto. Hay momentos en los que el libreto es especialmente agudo y, aunque asume riesgos, no cae en maniqueísmo ni simplificación alguna.

El momento en el que la película cae cuasi en caída libre de ese gran nivel de interés y de sensaciones que transmite, es en el desenlace, donde pierde congruencia, credibilidad y hasta sentido. Es donde todos los logros de la película se diluyen en una escena mal construida, que es la escena final. Escena que la película no requiere, escena que sobra. Presumo que responde al deseo de Juan Carlos Valdivia de buscarle una salida a una situación de encierro que no la tiene. Otra de las sobras de esta película es la introducción de una relación lésbica. Tratada apresuradamente, sin cuidado, y que aparece como un relleno innecesario que no le aporta a la película y a aquello que nos quiere mostrar absolutamente nada. La música, compuesta por Cergio Prudencio, plantea también un contraste de atmósferas entre servidos y servidumbre, que completa esta bellísima obra del cine boliviano, Zona Sur.

Viendo la película no dejé de recordar la oportunidad en la que una promoción del colegio Calvert, de La Paz, salió a reparar su aburrimiento, atropellando fruteras, violando chicas y humillando trabajadores en la calle. Rito que cumple la clase dominante de nuestra ciudad año tras año, sin terminar de saciar su hambre de “maltrato”.

“Sé feliz, deja tus privilegios”