miércoles, 14 de octubre de 2009

Mandela, Obama y Evo Morales (Alcides Parejas Moreno)

Los premios siempre han existido y seguirán existiendo (¿Recuerdan a los griegos y los juegos olímpicos?). Los premios siempre causan polémica, pues no todo el mundo está de acuerdo con los premiados. Hay premios y premios; unos tienen más prestigios que otros; algunos son más apetecidos y otros son menospreciados. Sin lugar a dudas los de mayor prestigio son los premios Nobel, que nacieron con el siglo XX en Suecia y que se otorgan anualmente, causando en la mayor parte de los casos polémica. Sin embargo, a pesar de la polémica y de las acusaciones de parcialidad a la Academia, sobre todo por grupos radicales, son los premios más codiciados en este mundo globalizado.

El Nobel de la Paz fue instituido, de acuerdo al testamento de su creador, para premiar “a la persona que haya trabajado más y mejor a favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de los procesos de paz”. Este premio sólo ha sido concedido a cinco latinoamericanos en un siglo de existencia: Carlos Saavedra Lamas (Argentina), Adolfo Pérez Esquivel (Argentina), Alfonso García Robles (México), Oscar Arias Sánchez (Costa Rica) y Rigoberta Menchú (Guatemala).

La otorgación del Premio Nobel de la Paz al presidente Obama ha avivado una vez más la polémica , pero sobre todo ha provocado en nuestro país que se hable nuevamente de la candidatura de Evo Morales, lo que ha llevado a compararlo con Mandela (que lo obtuvo en 1993) y Obama. Aunque todas las comparaciones son odiosas, pareciera que no hay más remedio que hacerlas, sobre todo para terminar de una vez con la majadería de la candidatura de Morales.

¿Por qué la Academia Sueca no ha concedido a Evo Morales el premio? Es más, ¿por qué esta candidatura, que fue presentada por el argentino Pérez Esquivel, que lo recibiera en 1980, no ha pasado siquiera a la categoría de “favorita”? Aunque las respuestas las sabemos todos los bolivianos, creo que es necesario recordarlas para que no sean sepultadas y no nos preguntemos con Valverde “¿Qué paso?”

La comparación con Obama, por motivos obvios, no tiene mucho atractivo para los partidarios de Evo, aunque se trate de dos presidentes en ejercicio y que representan a minorías de sus respectivos países. En cambio siempre han tratado de hacer comparaciones con el africano Mandela. En realidad el intento de acercamiento a la figura de Mandela viene de antes de la posesión de Evo como presidente, cuando intentó sin éxito encontrarse con él en Sudáfrica.

Nelson Mandela es una de las figuras políticas más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Su lucha contra el “apartheid” –en la que siempre sostuvo que la lucha armada era la última alternativa-- lo llevó a sufrir 27 años de cárcel, al cabo de los cuales se convirtió en el primer presidente de color de Sudáfrica, lo que cambió no sólo la historia de un país, sino la del mundo, pues era el triunfo sobre la discriminación. La capacidad de diálogo y de ver al “otro” del líder africano es realmente ejemplar, por lo que la concesión del Nobel de la Paz fue aplaudida casi por todos. ¿Es acaso posible comparar a Evo Morales con Nelson Mandela? Sólo sería posible para destacar las enormes diferencias entre ambas figuras.

Sigue pendiente la pregunta inicial. La candidatura de Evo Morales al Premio Nobel de la Paz no prosperó sencillamente porque el señor Morales no cumple ninguno de los requisitos que establece la academia sueca. Es más, Morales contradice todos estos requisitos, pues no se trata de un líder que trabaje a favor de la fraternidad ni que promocione los procesos de paz. Cuando pase el tiempo y nos volvamos a plantear esta pregunta y además añadamos el “Qué pasó?” de Valverde, ojala no sea demasiado tarde.

domingo, 11 de octubre de 2009

Debatir o no debatir (Carlos Hugo Laruta)

El sistema democrático es el método que nos permite vivir todos los actos de la vida bajo los principios y valores del respeto, la justicia, la equidad, el diálogo, la tolerancia, el pluralismo, la interculturalidad, la libertad.

La democracia significa el Gobierno del pueblo bajo las normas establecidas en la ley. Y para la renovación de los gobiernos, la ley electoral señala que se postularán candidatos y partidos políticos. Y como los partidos o agrupaciones políticas generalmente tienen visiones diferentes de la realidad, eligen a sus mejores hombres y mujeres como candidatos, quienes elaboran propuestas diferentes ante la posibilidad de ser electos como gobernantes de un país.

Cada partido o agrupación política, entonces, presenta a sus candidatos y sus programas de gobierno al pueblo, que decidirá con su voto quién será el gobernante. Y como el sistema democrático en sí mismo admite que existen visiones, líderes y programas diferentes, corresponde que sean aquellos líderes quienes expongan y debatan sus visiones de país y sus programas.

Sale a la mesa, entonces, esto de debatir o no debatir. Para algunos se trata de una determinación muy pensada, que merece una decisión calculada al milímetro, pues la confianza en sus líderes o en su programa no es la mejor en momentos de campaña electoral. Para otros se trata de un deber de todos los candidatos, sean quienes fueren, para presentarse a sí mismos, su visión del país y su programa de gobierno, ante el electorado soberano que observa y escucha a quienes postulan para gobernarlo en democracia.

Este pueblo soberano tiene el derecho, y esto debería ser muy claro, el derecho digo, de que quienes desean ser sus representantes “sea en el cargo de Presidente, senadores o diputados” le expliquen cada uno por separado y juntos en un debate cuáles son sus propuestas para resolver los principales problemas que le aquejan y las perspectivas del país que pretenden construir.

Pero no faltarán algunos, los activistas de la vieja política, que buscarán pretextos de todo tipo para no hacer conocer sus propuestas y ponerlas en debate y discusión con los otros candidatos, afirmando que no van a debatir, que debaten sólo con el pueblo, y otros pretextos y disculpas que no tienen ningún sentido. Ese tipo de candidatos no desea contribuir a la democracia de algún modo efectivo a través de estos encuentros que son parte sustancial de la democracia. Y tratan de disculpar su actitud con insultos a los otros candidatos, señalando que deben escuchar a sus “conciencias” y utilizando adjetivos calificativos en un intento por disminuir a sus oponentes.

La política electoral es un procedimiento que busca la elección por el pueblo de servidores públicos que tienen --una vez más lo reiteramos-- el deber de decir cómo van a gobernar, que capacidad tienen para ello y brindar todas las explicaciones a las que el pueblo tiene derecho.

Ojalá lleguemos al momento en que todos y cada uno de los candidatos de una elección presidencial reconozca que tiene como alto deber democrático presentar su propuesta y debatirla frente a los otros candidatos.