sábado, 25 de julio de 2009

Venezuela en la antesala del socialismo

Bien haría la oposición boliviana en mirar más allá de sus limitados horizontes si no quiere correr la misma suerte que la venezolana

Mientras la oposición venezolana continúa tan dispersa y desorientada como hace diez años, vaticinando la pronta caída de Hugo Chávez, depositando todas sus esperanzas en un desmoronamiento de la economía que no hay cuando se produzca, o en que algún sector de las Fuerzas Armadas siga lo que les parece un buen ejemplo de los militares hondureños, el régimen chavista continúa avanzando a paso firme y sostenido hacia la consolidación del “Socialismo del Siglo XXI”.
El próximo paso ya ha sido anunciado. Será la aprobación en la Asamblea Nacional de un paquete de cuatro leyes con las que el gobierno se propone montar la estructura legal para “romper el modelo de producción capitalista como forma de regir nuevas relaciones de producción”.
Las cuatro leyes que han sido puestas en la agenda parlamentaria “para ajustarlas a los lineamientos del Plan Socialista Simón Bolívar 2007-2013” son la de Planificación Pública, de Propiedad Social, de los Consejos de Trabajadores y la reforma a la Ley Orgánica del Trabajo, están en la agenda parlamentaria. Según anuncia el gobierno chavista, el objetivo es transferir el control de los medios de producción a los trabajadores para poner fin a la propiedad privada “como forma para apropiarse de las ganancias del productor y el desplazamiento del mercado para sustituirlo por la ‘planificación consciente’”.
Además de ello, a través de la Ley Orgánica de Planificación Pública, lo que se propone el régimen es legalizar un sistema mediante el que la transferencia de dinero a las regiones dependa de que los gobernantes sigan o no la línea del programa socialista.
Ley de Propiedad Social, por su parte, busca desarrollar un modelo de propiedad social basado en las Empresas de Producción Social. Eso se complementará con la Ley Orgánica del Trabajo, mediante las que se conformarán “Consejos de Trabajadores Socialistas” que intervendrán en la gestión de las empresas públicas y privadas.
Para alcanzar tan ambiciosos objetivos antes de fin de año ya están movilizadas todas las fuerzas del oficialismo. La oposición, en cambio, sumida como está en sus pugnas internas, no logra poner orden en sus ideas ni en propias filas y prefiere seguir, como lo viene haciendo desde hace ya más de diez años, subestimando a sus rivales y alentando infundadas ilusiones en la fragilidad del proyecto socialista.
Como es fácil constatar, las semejanzas con lo que ocurre en nuestro país son muchas. Sería pues bueno que la oposición democrática boliviana haga un esfuerzo para mirar un poco más allá de sus limitados horizontes y extraiga de Venezuela las lecciones necesarias para no correr similar suerte que la con su ineptitud y ceguera se ganaron sus pares venezolanos. De otro modo, en el futuro de nada servirán los quejidos lastimeros.

Venezuela en la antesala del socialismo

Bien haría la oposición boliviana en mirar más allá de sus limitados horizontes si no quiere correr la misma suerte que la venezolana

Mientras la oposición venezolana continúa tan dispersa y desorientada como hace diez años, vaticinando la pronta caída de Hugo Chávez, depositando todas sus esperanzas en un desmoronamiento de la economía que no hay cuando se produzca, o en que algún sector de las Fuerzas Armadas siga lo que les parece un buen ejemplo de los militares hondureños, el régimen chavista continúa avanzando a paso firme y sostenido hacia la consolidación del “Socialismo del Siglo XXI”.
El próximo paso ya ha sido anunciado. Será la aprobación en la Asamblea Nacional de un paquete de cuatro leyes con las que el gobierno se propone montar la estructura legal para “romper el modelo de producción capitalista como forma de regir nuevas relaciones de producción”.
Las cuatro leyes que han sido puestas en la agenda parlamentaria “para ajustarlas a los lineamientos del Plan Socialista Simón Bolívar 2007-2013” son la de Planificación Pública, de Propiedad Social, de los Consejos de Trabajadores y la reforma a la Ley Orgánica del Trabajo, están en la agenda parlamentaria. Según anuncia el gobierno chavista, el objetivo es transferir el control de los medios de producción a los trabajadores para poner fin a la propiedad privada “como forma para apropiarse de las ganancias del productor y el desplazamiento del mercado para sustituirlo por la ‘planificación consciente’”.
Además de ello, a través de la Ley Orgánica de Planificación Pública, lo que se propone el régimen es legalizar un sistema mediante el que la transferencia de dinero a las regiones dependa de que los gobernantes sigan o no la línea del programa socialista.
Ley de Propiedad Social, por su parte, busca desarrollar un modelo de propiedad social basado en las Empresas de Producción Social. Eso se complementará con la Ley Orgánica del Trabajo, mediante las que se conformarán “Consejos de Trabajadores Socialistas” que intervendrán en la gestión de las empresas públicas y privadas.
Para alcanzar tan ambiciosos objetivos antes de fin de año ya están movilizadas todas las fuerzas del oficialismo. La oposición, en cambio, sumida como está en sus pugnas internas, no logra poner orden en sus ideas ni en propias filas y prefiere seguir, como lo viene haciendo desde hace ya más de diez años, subestimando a sus rivales y alentando infundadas ilusiones en la fragilidad del proyecto socialista.
Como es fácil constatar, las semejanzas con lo que ocurre en nuestro país son muchas. Sería pues bueno que la oposición democrática boliviana haga un esfuerzo para mirar un poco más allá de sus limitados horizontes y extraiga de Venezuela las lecciones necesarias para no correr similar suerte que la con su ineptitud y ceguera se ganaron sus pares venezolanos. De otro modo, en el futuro de nada servirán los quejidos lastimeros.

viernes, 24 de julio de 2009

Otra anodina cumbre del Mercosur

La cumbre del Mercosur es una muestra más de la profundización de las discrepancias políticas e ideológicas entre los países de la región

En medio de una coyuntura política internacional más compleja de lo habitual, ayer se inauguró en Asunción la XXXVII Cumbre de Mercosur en un ambiente signado por el escepticismo sobre el futuro de éste que, tal como van las cosas, se perfila como uno más de los muchos intentos frustrados de integración económica regional.
El escepticismo no es infundado. Y la más clara muestra de lo lejos que está el Mercosur de alcanzar los objetivos para los que fue creado es la agenda que regirá las deliberaciones de la cumbre presidencial. Temas como la unión aduanera, el sistema de distribución de la renta aduanera, la eliminación del doble cobro de la tarifa externa común y varios otros que enrarecen las relaciones comerciales entre los países miembros, que son los que tendrían que ocupar la atención de los participantes, fueron relegados a un plano muy secundario y su lugar será ocupado por el golpe de Estado de Honduras y la pandemia de gripe AH1N1.
Otra muestra del estancamiento en que está sumido el Mercosur es el relativo a la incorporación de Venezuela en calidad de miembro pleno. Como se recordará, hace ya tres años que los cuatro países que fundaron el bloque regional aprobaron el ingreso del país gobernado por Hugo Chávez, pero el protocolo hasta ahora solamente ha sido refrendado por los parlamentos de Argentina y Uruguay, lo que dice mucho de la naturaleza y magnitud de las discrepancias que paralizan el proyecto integrador. La ausencia de Rafael Correa, y la incertidumbre en que hasta el último minuto mantuvo Chávez sobre su eventual participación o ausencia, son otros dos indicadores de lo dicho.
Como si tantos motivos para relegar los temas económicos que se supone son los que dan razón de ser al Mercosur no fueran suficientes, el presidente de Bolivia, Evo Morales, a pesar de no ser miembro pleno del grupo, lanzó horas antes de la inauguración una propuesta que, por las circunstancias y el contexto en que fue lanzada, contribuyó a acrecentar las suspicacias que enrarecen el ambiente de la cumbre presidencial. Anunció su decisión de proponer a la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) la constitución de una escuela “de defensa regional” para cerrar las puertas a la influencia militar estadounidense en la región, ante lo que los gobiernos de Chile y Paraguay ya hicieron conocer su preocupación.
Así las cosas, todo parece indicar que de esta cumbre presidencial sólo se pueden esperar las consabidas declaraciones líricas y algún pronunciamiento contra la gripe porcina. Y aunque Brasil y Chile no desaprovecharán la ocasión que les presenta el caso hondureño para poner un nuevo límite al liderazgo que Chávez intenta adjudicarse sobre la región, no se vislumbra nada que devuelva la vida a otro proyecto de integración que languidece.

Otra anodina cumbre del Mercosur

La cumbre del Mercosur es una muestra más de la profundización de las discrepancias políticas e ideológicas entre los países de la región

En medio de una coyuntura política internacional más compleja de lo habitual, ayer se inauguró en Asunción la XXXVII Cumbre de Mercosur en un ambiente signado por el escepticismo sobre el futuro de éste que, tal como van las cosas, se perfila como uno más de los muchos intentos frustrados de integración económica regional.
El escepticismo no es infundado. Y la más clara muestra de lo lejos que está el Mercosur de alcanzar los objetivos para los que fue creado es la agenda que regirá las deliberaciones de la cumbre presidencial. Temas como la unión aduanera, el sistema de distribución de la renta aduanera, la eliminación del doble cobro de la tarifa externa común y varios otros que enrarecen las relaciones comerciales entre los países miembros, que son los que tendrían que ocupar la atención de los participantes, fueron relegados a un plano muy secundario y su lugar será ocupado por el golpe de Estado de Honduras y la pandemia de gripe AH1N1.
Otra muestra del estancamiento en que está sumido el Mercosur es el relativo a la incorporación de Venezuela en calidad de miembro pleno. Como se recordará, hace ya tres años que los cuatro países que fundaron el bloque regional aprobaron el ingreso del país gobernado por Hugo Chávez, pero el protocolo hasta ahora solamente ha sido refrendado por los parlamentos de Argentina y Uruguay, lo que dice mucho de la naturaleza y magnitud de las discrepancias que paralizan el proyecto integrador. La ausencia de Rafael Correa, y la incertidumbre en que hasta el último minuto mantuvo Chávez sobre su eventual participación o ausencia, son otros dos indicadores de lo dicho.
Como si tantos motivos para relegar los temas económicos que se supone son los que dan razón de ser al Mercosur no fueran suficientes, el presidente de Bolivia, Evo Morales, a pesar de no ser miembro pleno del grupo, lanzó horas antes de la inauguración una propuesta que, por las circunstancias y el contexto en que fue lanzada, contribuyó a acrecentar las suspicacias que enrarecen el ambiente de la cumbre presidencial. Anunció su decisión de proponer a la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) la constitución de una escuela “de defensa regional” para cerrar las puertas a la influencia militar estadounidense en la región, ante lo que los gobiernos de Chile y Paraguay ya hicieron conocer su preocupación.
Así las cosas, todo parece indicar que de esta cumbre presidencial sólo se pueden esperar las consabidas declaraciones líricas y algún pronunciamiento contra la gripe porcina. Y aunque Brasil y Chile no desaprovecharán la ocasión que les presenta el caso hondureño para poner un nuevo límite al liderazgo que Chávez intenta adjudicarse sobre la región, no se vislumbra nada que devuelva la vida a otro proyecto de integración que languidece.

jueves, 23 de julio de 2009

Vientos de guerra en Latinoamérica

Honduras es el foco desde donde se irradia el conflicto, por lo que es de esperar se imponga la posición unánime de la diplomacia mundial



Aunque no es posible precisar si es por pura casualidad, o porque entre ellos hay relaciones de causalidad, lo que parece lo más probable, durante las últimas semanas se ha desencadenado en Latinoamérica una serie de acontecimientos que hacen temer por el futuro de la paz.
El golpe de estado de Honduras ha sido el detonante. Es lo que marcó el inicio de un proceso que tiende a extenderse a toda la región en lo geográfico, y a hacernos retroceder en el tiempo a cuando las diferencias ideológicas se dirimían a través de los más brutales métodos de acción política.
Los factores que alientan el temor de tan indeseable posibilidad son muchos, pero la tozudez con que los golpistas hondureños persisten en su afán de imponer en su país un régimen repudiado de manera unánime por toda la comunidad internacional es el principal. Pero no el único, pues tras él se vislumbra el resurgimiento a escala continental de corrientes que recuerdan con nostalgia los años de las dictaduras militares y sus métodos.
Es tan profunda la brecha que se está abriendo ante tal perspectiva, que no es sólo en Centroamérica donde los primeros soplos de nuevos vientos de guerra se comienzan a sentir. En Estados Unidos, por ejemplo, la antigua pugna entre el desplazado sector más conservador del Partido Republicano y la corriente ahora encabezada por Barack Obama se ha reactivado, y después de mucho tiempo se perciben señales de disociación en la Casa Blanca.
Más cerca de nosotros, la decisión del Comando Sur estadounidense de incrementar su presencia militar en Colombia y su correlato, la desenfrenada carrera armamentista en la que Venezuela se ha embarcado, son otro factor que aviva los temores.
En ese contexto, los informes filtrados a la prensa antes de hacerse oficiales, según los que Venezuela merece el calificativo de “narcoestado”, y las renovadas acusaciones contra el gobierno de Ecuador sobre supuestos vínculos con las FARC, dan también algunas pistas sobre el rumbo hacia donde pueden encaminarse los hechos.
Por si todo lo anterior fuera poco, el Ministro de Exteriores de Israel, Avigdor Lieberman, ha iniciado una gira por varios países de la región con la explícita intención de tejer alianzas para contrarrestar la influencia iraní, país que ya cuenta con importantes aliados, entre los que se cuenta Bolivia. Así, la posibilidad de que Latinoamérica se involucre activamente por primera vez en los conflictos del Medio Oriente suma un motivo más para ver con preocupación el curso de los acontecimientos.
En tales circunstancias, y al ser Honduras el foco desde donde amenaza irradiarse el conflicto, sólo cabe esperar que los esfuerzos que hace la diplomacia del mundo entero para apagar la mecha encendida por tan repudiado golpe de Estado den sus frutos antes de que sea demasiado tarde.

miércoles, 22 de julio de 2009

Sociedades permisivas con el poder

Cabe también preguntar si la oposición política no es, a su vez, la máxima expresión, y la única posible, de unas élites desfallecientes

Hace unos días, en esta misma página, se publicó un artículo titulado “Sociedades permisivas con el poder” en el que uno de nuestros columnistas, quien además es Jefe de Redacción del matutino colega La Prensa, comentaba un reciente artículo del semiólogo italiano Umberto Eco a propósito de los constantes escándalos protagonizados por Silvio Berlusconi en su país.
En el artículo citado, Eco hace una afirmación categórica: “El problema de Italia no es el presidente del Gobierno, Silvio Berlusconi, sino la misma sociedad italiana ‘enferma’ que le permite acumular poder”. Así, el autor de “El nombre de la rosa” respalda con su firma un muy viejo y conocido adagio según el cual “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”.
Como acertadamente hace notar el comentarista, las reflexiones de Umberto Eco son plenamente aplicables no sólo a su país, Italia, sino a cualquier sociedad políticamente organizada. Bolivia, por supuesto, no es una excepción, por lo que bien vale la pena reflexionar sobre el grado de responsabilidad que corresponde al conjunto de la sociedad por la calidad de sus gobernantes y sus instituciones políticas.
De lo que se trata, como indica el artículo que comentamos, es de que nos preguntemos “hasta qué punto las “mayorías”, esas a las que apunta el poder democrático y constitucional como la voz del pueblo y como soberano pleno de cualquier Estado, no forman parte —con sus consensos, respaldos y silencios— de procesos que, por largos periodos históricos, permiten a las élites políticas ejercer su poder con impunidad”.
Al aplicar ese razonamiento al caso boliviano, cabe preguntar: “¿cuán permisiva es la sociedad boliviana con el presidente Evo Morales? (…) ¿A cuántos realmente preocupan sus pulsiones autoritarias? ¿En qué medida esas mayorías que hoy lo ven como el único líder le permiten sus atropellos a los otros poderes, a la libertad de expresión y a los derechos humanos en razón de la política justiciera con el viejo sistema político?”, entre otras.
Como es fácil constatar, buscar explicaciones a los fenómenos políticos en el alma colectiva de una sociedad más que en las virtudes o defectos de los eventuales gobernantes puede dar lugar a muy fértiles reflexiones. Pero en el caso boliviano, el ejercicio resultaría excesivamente parcial, por lo incompleto, si no se lo aplicara también a las corrientes de oposición.
Así, si se asume que el gobierno del MAS, con todas sus cualidades y defectos, es la más fiel expresión de la cultura, los valores, las ideas y los intereses predominantes en la sociedad boliviana de hoy, cabría también preguntar si la oposición política actualmente existente no es, a su vez, la máxima expresión, y la única posible, de unas élites a las que la historia de su propio país les quedó demasiado grande.

martes, 21 de julio de 2009

Una contradicción fundamental

“Fobomade versus Pedroandina” es la fórmula que sintetiza un conflicto de visiones que ya no pueden convivir en el seno gubernamental

Una serie de noticias ha comenzado a sacar a luz durante los días un profundo conflicto de visiones en las filas del oficialismo. Un conflicto al que en días pasados calificamos en este espacio editorial como el punto más débil del andamiaje ideológico sobre el que sostiene el “proceso de cambio”.
“Habrá que ver cómo sale el gobierno del entuerto en que se ha metido”, decíamos, y las primeras muestras de las dificultades que el asunto trae consigo ya las hemos comenzado a ver a través de las muy agresivas declaraciones del Ministro de Hidrocarburos contra “la intromisión de organizaciones extranjeras” que se proponen “frenear los planes del gobierno para realizar tareas de exploración y explotación de hidrocarburos en el norte de La Paz”. Se refiere, como ya lo dijo antes el Presidente Morales, a ciertas ONG que “pretenden confundir al pueblo y especialmente a los indígenas de Bolivia”.
Las ONG contra las que ahora se dirige la artillería gubernamental son muchas. Pero entre ellas se destaca el Foro Boliviano sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Fobomade), la misma que durante muchos años estuvo encabezada por el actual Contralor General del “Estado Plurinacional”. Se trata de una de las organizaciones que más influyó en todo el proceso que condujo a hacer de Evo Morales y el MAS una especie de icono mundial de las corrientes que han hecho del fundamentalismo ecológico uno de los principales arietes del anticapitalismo global.
El Fobomade, que articula a organizaciones sociales, productivas, académicas, grupos juveniles, parlamentarios, ecologistas, es uno de los eslabones de una muy poderosa red de ONG que han adquirido enorme influencia en todo el mundo. Es la misma red que jugó un papel decisivo en el proceso que condujo a los sangrientos enfrentamientos en Perú, cuando los indígenas de la amazonia peruana se movilizaron para impedir que el gobierno de Alan García lleve a cabo su plan de explotación hidrocarburífera.
Ahora, cuando la defensa del medio ambiente ya no es sólo cuestión de fáciles discursos ni de artículos irresponsablemente impuestos en la nueva Constitución Política del Estado, parece haber llegado la hora de las definiciones. “Fobomade versus Pedroandina” es la fórmula como se puede sintetizar un conflicto de dos visiones que hasta ahora convivieron pacíficamente, pero que, por lo profundas que son sus contradicciones, tendrán despojarse de las máscaras que hasta ahora tan buenos réditos les dieron.
Habrá que ver pues cuán consecuentes con su causa son los unos y cuán dispuestos a sacrificar el pragmatismo económico están los otros.
Mientras no se conozca el desenlace de la pugna, hay algo seguro. Es que Alan García debe estar muy sonriente disfrutando del espectáculo.

lunes, 20 de julio de 2009

El estigma de la coca

…primero están el país y sus intereses, después la coca y los cocaleros. Algo que el Gobierno actual debiera empezar a tomar en cuenta.

El Gobierno actual le asigna importancia extrema al problema de la coca. Como consecuencia de ello ajusta sus políticas sobre el tema a criterios que favorecen a cuantos viven de un producto que difícilmente puede disociarse de la elaboración ilegal de cocaína, a la cual sirve de materia prima.Pero el país no vive de la coca, sino de su producción hidrocarburífera, minera, agropecuaria, textil y artesanal. En estos renglones se congregan empresarios, trabajadores y artesanos. Hablamos de un elevado porcentaje de la población empresarial y laboralmente activa, a favor de la cual, en lo que va de esta gestión de Gobierno, no se ha hecho todavía lo suficiente para un despegue sostenido en proyección de crecimiento y efecto multiplicador de fuentes de trabajo.En cambio, cocaleros de Chapare y Yungas merecieron especial atención. Resultaron favorecidos por una serie de medidas y disposiciones, todas ellas, encuadradas en el argumento, acuñado en un gobierno de triste memoria, de que la "coca no es cocaína" y en el alegato de que el vegetal ofrece muchas posibilidades de rédito si es objeto de industrialización.El universo demográfico, económico y social de los cocaleros no es muy grande. Se trata de apenas 40.000 familias campesinas de Chapare y de un número levemente superior a éste en Yungas. Digamos que asciendan a 100 mil los campesinos cuya economía depende del cultivo de la coca. La cifra equivale a un minúsculo segmento de la colectividad boliviana. En Bolivia somos más de 9 millones a favor de los cuales se debe gobernar si se quiere hacerlo con visión de país.La producción total de coca supera en mucho a la demanda de consumo tradicional. Todo el excedente va a parar a las pozas clandestinas de maceración donde se elabora el sulfato de cocaína. El producto sale después al exterior por una serie de rutas a través de países vecinos, llegando a destinos finales como Estados Unidos, Europa y Asia. Que aquello ocurre lo acredita el creciente volumen de las incautaciones de droga en diferentes ciudades del país. Simple y llanamente, la producción de cocaína en Bolivia aumenta en forma proporcional al incremento de las plantaciones excedentarias o ilegales de coca, respecto a las cuales se dispone en el exterior de datos cuantitativos recogidos por levantamientos satelitales.Creemos que el asunto de la coca debe ser encarado más con criterio realista y técnico que político. Lamentablemente, se viene haciendo esto último y no lo primero. Al cabo, los cocaleros constituyen la clave inicial del exitoso recorrido que hizo el MAS del gremialismo a la política y, por último, al poder. Pero primero están el país y sus intereses, después la coca y los cocaleros. Algo que el Gobierno actual debiera empezar a tomar en cuenta.

domingo, 19 de julio de 2009

Revista Domingo: Desde el "chucchu" hasta la gripe A


La Asunta, el imperio de la coca yungueña


Desde el "chucchu" hasta la gripe A

¡Cuidado! Hay empresas que prometen empleos con condiciones fraudulenttas

Más huellas gigantes en Sucre

Los porqués de la "masacre Uigur" eb China

La verdadera historia de Laura Ingalls

Diseños de Isabel Bloch

La oposición en su laberinto

A la oposición democrática le quedan sólo dos caminos. O hace algo serio, o empieza a buscar pretextos para justificar su fracaso

Mientras el tiempo corre inexorable y los plazos establecidos por el calendario electoral se van venciendo, el escenario político de nuestro país continúa enturbiándose en vez de aclararse como sería de esperar. Con cada día que pasa aumentan las señales de desconcierto en las filas de la fragmentada oposición y el oficialismo, con la tranquilidad que le da la ausencia de un rival digno de respeto, mueve sus fichas preparando lo que espera sea su victoria final.
Es penoso pero no sorprendente el panorama que se vislumbra. Es que después de más de tres años de una confrontación en la que ninguna de las fracciones en que está dividida una de las partes –la oposición— ha logrado reponerse de los golpes recibidos, es poco lo que se puede esperar. Lo que ya no es admisible es que ni ese poco que se espera lo puedan dar.
No hay, por lo menos hasta ahora, nada que alcance para alentar la esperanza en la conformación de una oposición democrática capaz de ponerse a la altura del enorme reto que tiene al frente. Los aspirantes a candidatos continúan multiplicándose pero ninguno de ellos ofrece algo más que sus buenos deseos. Ninguno logra salir de la soledad y eso dice mucho de lo lejos que están de llenar un vacío que, por lo grande que es, para ser llenado requiere mucho más que ambiciones personales.
Todos los aspirantes a candidatos se presentan como artífices de un proyecto de país alternativo y mejor al que encabeza el MAS. Pero al ver los resultados de sus afanes, resulta inevitable poner en duda sus posibilidades reales. Ninguno ha logrado datarse de una organización política que los respalde y tampoco han podido, hasta ahora, ofrecer un ideario, un conjunto de ideas que resulte atractivo para sus potenciales seguidores. Nadie puede ofrecer nada mejor que su propia imagen y eso, como es evidente, resulta del todo insuficiente.
Lo visto durante los últimos meses ha demostrado que no pueden ser las cualidades de un individuo las que sirvan de eje articulador de una alternativa democrática, lo que obliga a pensar en algo mejor que el mesianismo o, lo que es peor, el caudillismo.
Ya que no ha surgido un líder cuyo carisma haga prescindibles los otros dos factores que hacen posible el éxito político –ideas y organización— lo sensato sería que la oposición concentre sus esfuerzos en esos tan subestimados dos elementos. Pero tampoco eso se vislumbra. No hay ideas, sino desgastados eslóganes, y de organización… absolutamente nada.
Ante tal panorama, la oposición tiene sólo dos caminos. O se pone a la altura de las circunstancias y aprovecha el poco tiempo que le queda para hacer algo serio, o persevera en la majadería y comienza a buscar pretextos para justificar su fracaso. Es de esperar que opte por lo primero.