martes, 6 de octubre de 2009

Cidade maravilhosa (Alcides Parejas Moreno)

Quedé muy impresionado ante el televisor, al ver al presidente del Brasil llorando sin pudor alguno (se enjugaba en forma insistente y aparatosa las lágrimas) a poco de saber que Río de Janeiro, la “cidade maravillosa”, había sido elegida para ser la sede de los Juegos Olímpicos que se realizarán el 2016. Este triunfo ha significado dejar en el camino a Chicago que contaba con la ayuda nada menos que de Obama y señora; a Tokio, a pesar de la eficiencia nipona y la seguridad que ofrecía Japón; y a Madrid que jugó con toda su artillería pesada (el rey, la reina, el presidente, el alcalde de Madrid e incluso los partidos opositores) y ha quedado con el ojo en tinta, como lo mostró Zapatero cuando dijo entre líneas que se había elegido una ciudad que no ofrecía seguridad ni seriedad. Esta imagen, (la del Lula lacrimógeno) que todavía guardo muy viva en mi retina, me llevó a varias reflexiones que hoy quiero compartir con mis lectores.

Se trata, sin lugar a dudas, de una excelente noticia para todos los americanos que vivimos al sur del río Grande. Más de una vez he hecho referencia en esta columna a que en los años 60 vi en un colegio mayor español un repostero (un bello tapiz artesanal) que mostraba una carabela y una lectura que decía: “América, esperanza del mundo”. La imagen del presidente Lula llorando me llevó al recuerdo del repostero y de produjeron en mi algunos sentimientos contradictorios.

Como americano me llené de optimismo y orgullo, pero al mismo tiempo me inquieté pues me pregunté si los americanos –en este caso los brasileños-- estamos capacitados para tomar semejante desafío. Cuando pienso en ello me confirmo en la idea que si los americanos queremos aceptar este desafío y encararlo adecuadamente tiene que ser asumiendo nuestra mesticidad, pues en ello radica nuestra singularidad y nuestra fuerza; que si en el siglo XVI la irrupción de América en la historia universal fue capaz de cambiar el rumbo y ritmo de la historia, estamos en condiciones de hacerlo nuevamente al cabo de más de 500 años. Sin embargo, cuando miro el panorama político de nuestra América y veo el rumbo que está tomando me invade una sensación de fracaso que me niego admitir.

El Brasil colonial no formó parte del imperio español sino del lusitano y, por tanto, los brasileños no hablan castellano sino portugués, la lengua de Camoens. Nuestras historias se entrelazan (durante el reinado de Felipe II de España, Portugal formó parte, aunque por corto tiempo, del imperio hispano y a caballo entre los siglos XVIII y XIX sufrimos los embates del empuje napoleónico que convirtió a Río de Janeiro en la capital del imperio portugués y a las colonias hispanas en repúblicas independientes) o se enfrentan (permanentemente la Gobernación de Santa Cruz de la Sierra sufrió la presión de los mamelucos paulistas que hacían incursiones hacia Moxos y Chiquitos); sin embargo, es preciso afirmar que Brasil forma parte de la América mestiza que está tratando de ocupar el lugar que le corresponde en el mundo.

Las lágrimas del presidente Lula me conmovieron, pues me mostraron a un hombre que contra todo protocolo no oculta la cara amable y sensible del mestizo americano. Sin embargo, al propio tiempo me inquietó la idea que el mismo presidente que no oculta sus sentimientos esté jugando un papel muy poco claro en la política internacional latinoamericana. El Lula de las lágrimas que surge del proletariado apostando por la democracia y regenando del intervensionismo al que permanentemente ha sido sometido nuestra América mestiza es capaz de alcahuetear a Chávez y a Evo Morales y no tiene ningún empacho en intervenir, de la mano con Estados Unidos de Obama, en Honduras, resulta enormemente preocupante.

A pesar de todo estoy seguro que la “cidade maravilhosa” será la reina de los juegos olímpicos de todos los tiempos. Río de Janeiro mostrará al mundo, sobre todo al europeo que no se puede desprender de ese sentimiento eurocentrista que tanto mal hace a las relaciones internacionales, que es una ciudad segura y fiable; que es una ciudad maravillosa. Pero sobre todo nos mostrará a los americanos que sí podemos, que realmente somos la esperanza del mundo.

lunes, 5 de octubre de 2009

Vieja o nueva política (Carlos Hugo Laruta)

La política es una parte de la vida de las sociedades de la cual no se puede prescindir. Hacer política no es sólo un derecho ciudadano, sino que es el modo en el que una sociedad organiza la distribución de la autoridad, el mando, el poder, la influencia.

Pero es claro que en sociedades democráticas la política debe ser una política democrática. Para ser tal debe tener ciertos principios y valores sobre los que se asienten las actitudes de quienes hacen política.

La política democrática debe basarse en el respeto, la tolerancia, el diálogo y debate franco de ideas y propuestas, el pluralismo en las opciones partidarias, la interculturalidad dialogante como método de acción. Durante estos días, en la campaña electoral que ya se inició en la realidad, tuvimos la oportunidad de ver dos actitudes que enseguida comentamos.

La primera es la actitud que la mayoría de los bolivianos deseamos que se vaya de una vez y que no permanezca más. Está compuesta por varias acciones. El ataque personal, la mentira, la exageración de las ideas, el utilizar una larga lista de adjetivos calificativos contra los otros, el unirse detrás de un líder sólo por oponerse a los otros sin un programa de servicio al pueblo, sin ideas comunes salvo cierto rencor o enemistad que es siempre estéril a la hora de las propuestas. Esto es lo que nuestro pueblo llama junt’ucha.

Pero hay también una actitud contraria a la que acabamos de describir, pues implica la capacidad de renovación de las personas, de las mentalidades, de las actitudes y de las prácticas políticas. Esta segunda actitud evita la tentación del ataque personal, no utiliza un catálogo de adjetivos calificativos contra los oponentes, hace más bien propuestas de cambio en varios temas de interés del pueblo, muestra renovación en personas que se juntan detrás de un líder para escuchar a la gente, elaborar un programa y luego presentarlo a consideración del pueblo.

En este momento tenemos tres fuerzas políticas grandes que avanzan tras liderazgos nacionales conocidos. Samuel Doria Medina, Evo Morales Ayma y Manfred Reyes Villa. Cada uno tiene su visión de país, su programa y también su campaña está mostrando ciertas prácticas y actitudes políticas. Y nos corresponde a los bolivianos y bolivianas evaluar sus programas para ver qué proponen para solucionar los problemas nacionales. Pero también nos corresponde “en derecho” a los habitantes de esta querida tierra boliviana evaluar sus actitudes y prácticas políticas.

Si ponemos los discursos y las acciones de estos tres candidatos presidenciales en la balanza de la política democrática basada en principios y valores (que es contraria a la politiquería), ¿cuál de ellos es el mejor líder y tiene tras de sí al mejor grupo de hombres y mujeres? ¿Cómo actúa ese líder y cada uno de sus candidatos a senadores y diputados? ¿Es respetuoso? ¿Es accesible al diálogo? ¿Es veraz? ¿Es propositivo? ¿O más bien anda insultando, mintiendo, exagerando con las palabras, generando confrontación, sin proponer nada concreto al pueblo, salvo la permanencia y el agravamiento de rencores entre bolivianos?

Todas éstas son interrogantes directas que debe responder cada uno de nosotros. Pero debe hacerlo ya, al ir escuchando y observando a los candidatos a la Presidencia, senadores y diputados, si realmente queremos que de verdad cambie nuestra patria Bolivia.



Fuente: Los Tiempos

domingo, 4 de octubre de 2009

Bolivia mira al futuro con el retrovisor (Carlos Mesa Gisbert)

Para Foreign Policy ed. española.

En enero de 2006, a pocos días de su toma de posesión, Evo Morales encandiló a Europa con su jersey a rayas. El presidente electo de Bolivia se paseó por varias capitales rompiendo protocolos con una imagen que sedujo a todos. Después de tres años y medio de Gobierno y en los umbrales de un nuevo proceso electoral, viste sofisticadas chaquetas con motivos indígenas y camisas con bordados de reminiscencia prehispánica. El primer presidente indígena de Bolivia es, qué duda cabe, una figura continental y, con jersey o con chaqueta, todavía fascina a una parte significativa de la comunidad internacional.

Todas las encuestas de preferencia de voto para las próximas elecciones presidenciales, de diciembre de 2009, le otorgan entre el 42% y el 48%, frente a un esmirriado 11%-15% de su primer oponente. Aunque la campaña no ha comenzado aún y es evidente que las cifras cambiarán, acortándose las distancias, es difícil encontrar a un solo boliviano que no crea que Morales será reelegido para un segundo mandato consecutivo. El último presidente que logró la reelección consecutiva, hace ya 45 años, Víctor Paz Estenssoro, fue derrocado a los tres meses de su posesión. No parece que éste vaya a ser el caso, pero no es un dato desdeñable en un Estado políticamente volátil.

¿Pero qué hay detrás de la imagen del boliviano más mediático de la historia?

Morales marca un antes y un después en el destino del país, pues su figura cierra la página del largo y dolo­roso camino a la inclusión de algo más de la mitad de los habitantes, que tienen origen indígena, quienes sufrieron hasta 1952 condiciones de semiesclavitud simplemente inenarrables. Pero contra lo que se cree con frecuencia, su presidencia marcó la culminación de un camino histórico, no su comienzo. Baste recordar que el presidente Andrés Santa Cruz Calahumana (1829-1839), uno de los padres de la nación, era hijo de una cacica aymara.

La Revolución de 1952, protagonizada precisamente por Paz Estenssoro en el primero de su cuatro gobiernos, llevó adelante tres medidas cruciales para los indígenas que­chuas y aymaras: el voto universal, la reforma agraria que les devolvió la tierra que les había sido expoliada sobre todo entre 1880 y 1920, y un código educativo que universalizó la educación primaria y extendió la educación al área rural del país. En 1993, el primer Gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada (quizá la figura más execrada de la política boliviana de hoy) realizó la segunda generación de medidas a favor de la inclusión. Reconoció mediante una reforma parcial de la Constitución que Bolivia es un país pluricultu­ral y multilingüe. Creó más de trescientos municipios con jurisdicción territorial, que cubrieron la totalidad del país, con autonomía, elección directa de alcaldes y presupuesto propio, otorgado por el presupuesto nacional de manera automática de acuerdo a su densidad demográfica, lo que permitió la existencia de municipios indígenas (más de cien) y mancomunidades de municipios indígenas. Aprobó la ley de educación intercultural y bilingüe que está en plena vigencia y modificó la reforma agraria de 1953, reconociendo las tierras de comunidad en el altiplano, imponiendo impuestos a los latifundios de las tierras bajas, estableciendo la función económica y social de la tierra y otorgando a los pueblos del Amazonas y del Chaco tierras comunitarias de origen en extensiones que varían entre 5.000 y 500.000 hectáreas, según el caso. En las elecciones de 2002, en las que Morales obtuvo el segundo lugar, el Parlamento integraba ya a más de un 30% de representación indígena.

Cuando en 2003, tras la grave crisis política y el trágico saldo de casi setenta muertos que obligó a la renuncia de Sánchez de Lozada tras un año y algo más de su segunda y dramática Administración, logramos desde el Gobierno una nueva reforma parcial de la Constitución que incluyó la Asamblea Constituyente, el Referendo y la apertura para participar en elecciones a agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas, propusimos un Estado de autonomías y la elección directa de prefectos (gobernadores) en los nueve departamentos que tiene el país.

¿POR QUÉ MORALES?

Nacido en un humilde y remoto pueblo aymara cercano a la frontera con Chile, Morales logró casi el 54% de los votos en las elecciones de 2005 porque, reciclado de dirigente sindical de las regiones de producción de coca ilegal a campeón de las reivindicaciones indígenas, devino en símbolo de una parte esencial del país. Pero, además, llegó en el momento justo, con el discurso adecuado. Desde 2003, Bolivia estaba ávida de cambios y cansada de lo que hasta ese momento había sido una democracia (reconquistada en 1982) controlada por tres partidos tradicionales. Sus votantes se identificaron casi carnalmente con él, por razón de piel, frustrados por un proceso agotado y miope para comprender las demandas sociales y, sobre todo, porque, a pesar de los importantes esfuerzos de varios gobiernos por resolver brechas profundas, los niveles de pobreza y los indicadores sociales básicos seguían siendo los peores de Suramérica. Es inútil decir que, en un cuarto de siglo, Bolivia redujo más de veinte puntos su porcentaje de pobreza y mejoró temas de saneamiento básico y salud. Las demandas y la realidad no pueden cubrirse con cifras macroeconómicas positivas o con modestos avances sociales. La desigualdad entre ricos y pobres sigue siendo una de las más altas del hemisferio.

Morales fue por eso coronado, un día antes de su investidura oficial, en Tiahuanacu, el centro prehispánico y preincaico más importante de Bolivia, arropado por la esperanza de millones de indígenas que por fin se miraban en el espejo del poder conquistado por uno de ellos. El nuevo presidente llegó con todos los astros alineados, la más alta votación de los últimos cuarenta años, el apoyo pleno y embelesado de la comunidad internacional, la mayor bonanza económica del país en un siglo (si no más) gracias a precios internacionales de materias primas que rompie­ron todos los récords imaginables y, por encima de todo, una legitimidad que le permitía saldar una deuda histórica no sólo de modo simbólico, sino realmente. No lo hizo. En el momento crucial de definir la ruta de su Gobierno optó por un “nosotros” equivocado. Desde el primer día su “nosotros” era el del presidente de los indígenas, no el del presidente de los bolivianos. Una posición comprensible al principio se volvió recurrente a lo largo de su gestión. El mandata­rio, en vez de tender manos y proponer la cons­trucción común de la nación entre indígenas, mestizos y blancos, prefirió cavar trincheras.

SU GOBIERNO, SU PROYECTO

Pero si algo está claro hoy es que, más allá de sus discursos interminables, la repetición de dos o tres ideas recurrentes y su estilo agresivo y adjetivado que lo llevó a la expulsión del embajador de Estados Unidos, a tensiones con Brasil, a una casi ruptura de relaciones con Perú y a un alineamiento militante con Hugo Chávez, Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS) tienen un proyecto muy profundo de transformación y de cambio en el que se mezclan demasiados ingredientes que pueden estallar en las manos del gobernante, en las de sus partidarios y en las de todos los bolivianos.

Largo sería contar los tristes avatares de la Asamblea Constituyente elegida e instalada en 2006, que en un año y tres meses de trabajo ¡no discutió ni aprobó un solo artículo del proyecto constitucional! Baste decir que terminó en medio de las balas, con un saldo de tres muertos y 150 heridos, con los oficialistas reunidos en un cuartel en las afueras de Sucre, la capital de Bolivia. Aprobada en detalle en Oruro, corregida y “adaptada” en un curioso e ilegal acuerdo del Congreso, fue aprobada en referéndum en 2009 por el 62% de los bolivianos.

El proyecto-país, expresado inequívocamente en la nueva Carta Magna de Morales (la decimosexta desde 1826), es la destrucción de la República como forma de gobierno y como propuesta histórico-conceptual traducida en la tradición republicana, que se basa no sólo en la sepa­ración de poderes y el equilibrio y contrapeso de éstos, sino en la idea central de igualdad apoyada en la ciudadanía. Tradición que después de Estados Unidos y Francia tuvo su mayor apogeo en la concepción independentista de las naciones hispanoamericanas a principios del siglo XIX. A cambio, Bolivia se ha convertido en un Estado plurina­cional, cuyo eje son 36 naciones indígenas. La mayor, en un país de 10 millones de habitantes, la quechua, con dos millones y medio de personas, y la menor, la pakawara, con un total de 25 habitantes. La nueva Constitución con­sagra todos los derechos alcanzados por los indígenas antes de 2006, al hacerlos explícitos (pues ya estaban reconocidos en la Constitución derogada) con un capítulo dedicado a las naciones indígenas (el 4°) y la mención de éstas en sus 411 artículos más de un centenar de veces.

La Carta Magna establece una categorización ciudadana que rompe la esencia del artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, según el cual todos los seres humanos nacemos iguales. El texto establece categorías ciudadanas diferenciadas por origen, lengua y color de piel. Sólo reconoce como naciones con el denominativo de “indígena originario campesino” (art. 3) a aquellas establecidas antes de “la invasión colonial española” (art. 30). El 47,7% de la población, no indígena, recibe el calificativo de “comunidades interculturales” (art. 3), estableciendo que, fuera del ámbito estrictamente urbano, los no indígenas están limitados en el ejercicio de algunos de los derechos que la propia Constitución reconoce, particularmente en lo referido al tema de recursos naturales. Es clave en este contexto la idea de que las naciones precoloniales, además de su dominio ancestral sobre sus territorios, tienen derecho a la “libre determinación, autonomía y autogobierno” (art. 2) y, lo más importante, tienen derecho a la “gestión territorial indígena autónoma y al uso y aprovechamiento exclusivo de los recursos renovables existentes en su territorio” (art. 30, 17). Para ocupar cualquier cargo público es obligatorio hablar castellano y una lengua nativa (el 67% de los bolivianos es monolingüe). Paradójicamente, el presidente Morales sólo habla castellano (de ahí una disposición transitoria por la que no se aplicará tal obligación hasta la siguiente elección, después de diciembre).

El texto incluye una innovación sin precedentes al reconocer en igualdad la justicia indígena, basada en usos y costumbres (no escrita y referida a 36 culturas diferentes), con el mismo rango que la justicia republicana (art. 179), con la diferencia de que la indígena es inapelable y de única instancia. No está claro aún cuál será el ámbito de jurisdicción de ambos sistemas. Establece también que las máximas autoridades del poder judicial (Tribunal Constitucional y Corte Suprema) se eligen por voto directo y deben tener obligatoriamente un porcentaje de representación indígena. Destruye la idea de irretroactividad de la ley, marcando la posibilidad, por ejemplo en delitos de corrupción, de juzgar un hecho de hoy con una ley aprobada dentro de un año.

La construcción de un Estado de autonomías, que dio lugar al equívoco internacional de que cuatro de los nueve departamentos buscaban separarse de Bolivia, enfrentó al país, dado que Morales se opuso a las autonomías cuando fueron votadas. Hoy las apoya tras la evidencia de que la tendencia mayoritaria es seguir el camino de las cuatro que la aprobaron en referéndum. Pero para curarse en salud debilita el poder de los gobiernos departamentales. La Constitución reconoce cinco niveles autonómicos: departamental, regional, provincial, municipal e indígena. Este último, aplicable en municipios, mancomunidades municipales o en tierras comunitarias de origen. Esta superposición geográfica, jurídica y política puede llevar a una colisión muy arriesgada y compleja en el momento de su aplicación. En esa misma línea, reconoce como “símbolos del Estado”, por tanto en iguales condiciones, dos banderas (art. 6): la tricolor –rojo, amarillo y verde–, creada el 17 de agosto de 1825, 11 días después de la declaración de independencia, y la wiphala, bandera multicolor que representa exclusivamente a quechuas y aymaras. De ese modo, el símbolo de una parcialidad (dos de las 36 naciones indígenas) cobra rango de símbolo de todos, lo que vendría a ser comparable, por ejemplo, a que la bandera del País Vasco fuera reconocida como símbolo del Reino de España en igualdad de condiciones que la bandera nacional española, lo que –como ocurre ahora en Bolivia– haría obligatorio en Andalucía que se izaran los dos pabellones, el español y el del País Vasco, por no mencionar el caso único de un Estado con dos banderas.

Dada la preeminencia de la cultura aymara y la influencia histórica de este pueblo que fue conquistado –antes de la llegada de los españoles– de manera violenta por el imperio incaico, está claro que el Gobierno de Morales busca una hegemonía aymara en la totalidad del territorio boliviano, absorbiendo al quechua que, en realidad, es parte de una mayoría aymara quechuizada por el sistema de aculturación impuesto por los incas y reafirmado por la Corona española. Aymaras y quechuas representan el 90,6% de la población indígena, las otras 34 naciones son apenas el 9,4%. Ambos pueblos, aymara y quechua, son el 48,3% de los bolivianos. La política del Gobierno es la de migraciones de comunidades andinas planificadas a corto plazo hacia el Norte, Este y Sur (regiones amazónica y chaqueña, que ocupan el 67% del total del territorio de Bolivia), continuando un proceso que comenzó con la Revolución de 1952 pero que Morales acelera de manera consciente. Éste es el elemento verdaderamente nuclear de lo que representa este proyecto histórico. A él se suma una política económica estatista, de economía planificada y de grandes restricciones a la inversión privada, sobre la idea endógena de desarrollo en un país con mínimo ahorro interno y bajísima presión tributaria.

La desastrosa política de hidrocarburos (Bolivia tiene importantes reservas de gas natural) de los últimos tres años casi ha sacado al país del juego energético regional. Ya no es un centro estratégico de distribución de gas. La congelación de las inversiones, la alta corrupción en la empresa estatal de petróleo (su anterior presidente y número dos del MAS está preso, acusado de haber recibido un soborno de casi medio millón de dólares por un contrato), la pseudonacionalización –que no tocó a una sola de las empresas transnacionales instaladas en Bolivia, pero que generó serias dudas sobre la seguridad jurídica del país– hicieron inviable hasta hoy un gigantesco contrato de exportación a Argentina. Perú está en plena construcción de una planta de transformación para exportar su gas al Pacífico, Brasil ha encontrado gigantescas reservas de este producto, Chile importa su gas de otras fuentes y, por si fuera poco, el principal aliado de Morales, Venezuela, desarrolla un megaproyecto de abastecimiento al Cono Sur. El referéndum sobre hidrocarburos (2004) y la nueva ley (2005), realizados antes de la llegada de Morales al Gobierno, el decreto de incremento de impuestos en 2006 y los espectaculares precios internacionales triplicaron las exportaciones de Bolivia y multiplicaron por cinco las reservas internacionales, garantizando un crecimiento medio del 4,5% del PIB y un superávit en los últimos tres años. A pesar de la caída de precios, el Ejecutivo aún tiene un margen de juego de crecimiento moderado en 2009 y 2010, pero su mayor problema es la negligencia, la falta de capacidad de gestión y de ejecución presupuestaria.

En suma, la combinación ideológica es la de un Estado con preeminencia indígena en su concepción y estructura, estatista a ultranza y fuertemente centralista en medio de la paradoja de un ensayo de construcción autonómica. No es otra cosa que la búsqueda de una utopía que quiere construirse mirando al futuro con el espejo retrovisor.

Pero la fuerza simbólica de Morales es todavía muy grande, más que suficiente para apuntalar una muy probable victoria en diciembre.

¿Y LA OPOSICIÓN?

La oposición jugó casi siempre a favor de este proyecto en una sociedad sometida a tensiones extremadamente grandes. A pesar de que Morales tardó tres años en imponer su proyecto de Constitución, por la acción de entrabamiento permanente de los opositores, el mayor problema de quienes se enfrentaron al Gobierno fue la incomprensión de lo que éste representaba. Más allá de cualquier consideración, Bolivia vive un momento de cambios profundos; el pasado no volverá y quienes se anclaron en la idea de recuperarlo para seguir con sus privilegios, como parte de élites que medraron sistemáticamente del Estado y de núcleos de poder con rasgos inequívocos de corrupción, tomaron un camino suicida. La respuesta al proyecto de hegemonía masista debiera ser la de preservar el republicanismo democrático, pero sobre la premisa inexcusable del cambio que contempla la inclusión y el respeto a la otredad, junto a un Estado moderno, descentralizado y de autonomías. Santa Cruz, la región más poderosa del país y con fuerte gravitación de contrapeso a La Paz (donde se encuentra la sede del Gobierno boliviano) y al escenario andino, tuvo un liderazgo que careció de visión nacional, que buscó exclusivamente salvar su propio proyecto y el de la región. La demanda autonómica, que obtuvo gran legitimidad en varias regiones, pecaba de un ideario conservador y fragmentario. Como si en Brasil las élites paulistas apostaran por resolver y liderar los temas de São Paulo y no a jugar el rol que por peso natural le toca a escala nacional.

Las acciones e iniciativas de Morales han dejado a la oposición anonadada. La derecha es incapaz de entender de qué va la cosa, y los sectores progresistas y adscritos a la necesidad de grandes transformaciones hasta ahora no ofrecen la posibilidad de arrebatarle al presidente, desde la democracia, la bandera del cambio. Porque no se puede olvidar que Morales avasalló a la Asamblea Constituyente y al Poder Judicial, y controló por las buenas o las malas el Legislativo, vulnerando elementos esenciales del funcionamiento democrático. Pero la oposición desde las regiones y desde el principal partido contrario al MAS, Podemos, del ex presidente Jorge Quiroga, intentó desestabilizar con modos no democráticos al Ejecutivo. Fue una acción inaceptable desde los puntos de vista ético y práctico. Pretendieron derrotar en su terreno al campeón de los bloqueos de carreteras, paros nacionales y cercos de ciudades. Una oposición desquiciada, que entre septiembre y octubre de 2008 tomó violentamente instituciones del Estado, impidió al presidente aterrizar en varios aeropuertos del país e incendió pequeños conductos de gas. El resultado fue una derrota en toda regla, aunque el saldo para el país fue una cincuentena de muertos, producto de la acción opositora y de la represión gubernamental.

El gran objetivo de la oposición para el próximo diciembre es lograr un candidato de unidad capaz de enfrentarse al presidente. Morales está apoyado por un voto emocional y de consigna en gran parte del área rural, y con un respaldo superior al 65% en el área urbana de la zona andina. Difícil desafío, que en un primer momento abre una baraja con más de una docena de precandidatos, cuyo único elemento en común es oponerse a Morales. Con un discurso como ese no parece que se apunte alto, aunque el Gobierno ha polarizado al país de tal manera que al menos un 30% votaría por cualquier candidato que sacara cabeza con alguna opción frente al oficialismo. Pero parece muy difícil combinar los elementos indispensables para salvar al país de un camino hacia el autoritarismo. Debería ser una candidatura para la coyuntura, basada en la hipótesis de lograr un segundo lugar que bloquee los dos tercios de Morales en la nueva Asamblea Legislativa; pero lo más importante es reconstruir un sistema de partidos devastado, sin el que es imposible hablar de democracia. Una democracia que celebre la inclusión y destierre el racismo increíblemente exacerbado en los últimos cuatro años, pero que a la vez devuelva el sentido de unidad que hoy está en cuestión, no por el riesgo de división, sino por las profundas heridas, resentimientos y prejuicios entre campo y ciudad, entre indígenas y no indígenas y entre Occidente y Oriente.

MORALES NO ES MANDELA

El error histórico de Morales es que no quiso ser Mandela, porque no entendió la tarea que le tocaba o porque, fiel a su lógica de dirigente sindical cocalero (el incremento exponencial de cultivos de coca y de producción de cocaína se ha convertido en un serio problema y puede erosionar las relaciones exteriores del Gobierno), creyó que la única manera de lograr el cambio era con la derrota total y definitiva del enemigo. Uno de los muchos peligros de ese razonamiento es meter en la bolsa de los adversarios a quienes son parte de una comunidad que en 2006 creyó que el presidente los representaba y que hoy sienten que los excluye.

Afirmarse negando y suponer que por negar lo negado desaparece es, simplemente, una ilusión. La historia, le guste o no a Evo Morales, tuvo un periodo prehispánico, colonial y republicano, y es de ella en su totalidad, de su brazo indígena y de su brazo occidental, de la que son hijos los 10 millones de bolivianos, no de sus retazos.

Doble voto y Estado etno-nacionalista (Jimena Costa)

Cuando se discutía la Ley Electoral Transitoria y la incorporación de las circunscripciones “especiales” indígena originario campesinas, ya se planteaba el problema operativo de cómo se iba a determinar quién votaba con cuál papeleta, ya que la nueva Constitución introduce tal figura y señala que serán circunscripciones rurales, pero no toma en cuenta que los indígena originarios están en todas partes y no sólo en el campo, ni toma en cuenta que también hay “interculturales” en el campo.

La Ley Electoral transfiere a la Corte Nacional Electoral la responsabilidad de diseñar las circunscripciones “especiales” —o sea definir sus límites— en siete de los nueve departamentos, para que los indígena originarios del campo elijan a representantes “especiales”; por tanto, la Corte debe garantizar que los “interculturales” que viven en el campo sigan votando por un común y corriente uninominal.

Esto implica varias cosas: la primera y fundamental es que se discrimina a los indígenas y originarios que viven en las ciudades y que se los obliga a votar como el común de los mortales.

La segunda y operativamente trascendental es que la Corte debió asegurarse de que en el momento del registro en el padrón biométrico, cada ciudadano dé a conocer su auto identificación étnica para saber si le correspondía votar por un representante “especial” o por un simple uninominal. Esto debió suceder especialmente en el campo, pero dado que a los seres humanos nos ataca la locura de movernos dentro del planeta, por previsión, era razonable que todos nos auto identifiquemos para saber qué papeleta debemos recibir, según la nación a la que uno pertenezca.

La tercera y más absurda cosa es que como la Corte no se ocupó del tema antes del registro de los cuatro millones y más de electores, ahora debe resolver el problema para garantizar que no se produzca el doble voto cuando no se sabe quién se autoidentifica cómo y a cuál de las 36 naciones pertenece, o si es un pobre intercultural que no puede elegir a nadie “especial”.

Esto es parte del escenario del 6 de diciembre. No se trata sólo del hecho de que uno de los ocho candidatos abuse de los recursos públicos en su campaña, o de que algunos dirigentes prohíban el ingreso a sus feudos a los opositores, se trata de que muchos de los jurados y presidentes de mesa, delegados de la Corte, delegados de partido y aún observadores que se encuentren en el área rural, tendrán que observar cuidadosamente a cada elector para saber qué papeleta darle, ya que, por supuesto, no pueden votar a la vez por un uninominal y por un especial.

La Corte debe garantizar que en ningún rincón del territorio nacional se instalen paralelamente ánforas para ambos tipos de representantes —especial y uninominal—, porque ésa es una invitación al doble voto, y ya sabemos que donde mayores irregularidades se vieron en el revocatorio y en el referéndum de enero fueron en las zonas rurales.

Si la Corte omitió el detallito de la autoidentificación, ni siquiera étnica, sino nacional —porque no tenemos 36 etnias, sino 36 naciones—, deberán encontrar la forma de no poner en duda la confianza en los resultados, invitando al doble voto.

En conclusión, por múltiples razones y por primera vez en la historia, el Carnaval del próximo año no será en febrero, sino este diciembre, y no se sorprendan que muchos tengan que disfrazarse para que en la mesa sepan qué papeleta darles para que ejerzan su derecho ciudadano.

Fuente: Los Tiempos

La pena del Coronel Arteaga (Marcelo Gonzales Yaksic)

FOJAS CERO


Todas las gentes de bien entienden que la justicia es la virtud moral de dar al ser humano lo que le es debido, y con firme voluntad para respetar los derechos de cada uno. Todos también estamos convencidos de que la justicia tiene que llegar oportunamente y a tiempo, para establecer en las relaciones humanas la armonía que inspire la equidad respecto a las personas y al bien común. Pero estos enunciados se han contaminado de crudeza cuando el jueves pasado, el padre del joven asesinado, Alex Artega, ha tomado la justicia por sí y con un arma de fuego ha lesionado de forma grave al presunto asesino, que posteriormente murió.

Este hecho ha conmocionado a la sociedad entera, que ha responsabilizado directamente al Órgano Judicial del Estado Plurinacional por lo sucedido, ya que en sus estrados se ventilaba el juicio inacabable contra el asesino, así como otros litigios que nunca terminan. Sólo viendo y sintiendo estas indecentes injusticias, cualquier ciudadano honesto o ciudadana honrada podría dejar de convivir pacíficamente y optar por desviarse de la rectitud habitual de sus pensamientos y de su conducta con los semejantes,

Este es un caso más del juego irresponsable con la paciencia de los litigantes, que ha activado la indignación colectiva, esa que se siente al confirmar la existencia del aforismo jurídico que dice: “la justicia que tarda no es justicia”. Es que la mora judicial y la retardación son escandalosas. Por si esto fuera poco, este escenario desgraciado ha sido aceptado pasivamente por parte de la sociedad, que no se esfuerza por remediarlo. El Coronel Arteaga, como hombre de armas, en los extremos de la paciencia ha desencadenado su furia, que muchos conciudadanos la consideraron legítima, porque este señor no sólo ha sido víctima de la retardación de justicia que importa una violación grave y prolongada de sus derechos fundamentales; sino por haber agotado todos los recursos judiciales que la ley le puso a su alcance para obtener el castigo del criminal que le quitó la vida a su hijo, y sin lograr un resultado tangible alguno.

Es que la incertidumbre y la inseguridad generadas por el hecho de que la autoridad judicial sólo administra justicia en función de su propio tiempo y el calendario que le conviene, nos han desubicado a todos. Los operadores del Órgano Judicial se han olvidado de que los litigantes también tienen sus propios tiempos, esperanzas y urgencias cuando concurren al foro en busca de justicia. Esto ha colocado a la defensiva a mucha gente que, como el Coronel Arteaga, podría verse obligada y motivada a defender legítimamente, sin el auxilio judicial, sus derechos a la vida, la seguridad, la propiedad, la libre expresión, la asociación lícita y tantos otros derechos que nacen de la convivencia pacífica entre seres humanos.

Lo peor de todo es que los jóvenes, niños y niñas de la ciudad han presenciado este acto de cólera y deseo de venganza, provocados por una injusticia y otras frustraciones amontonadas en las puertas de cualquier juzgado. Ahora corresponde impedir que las nuevas generaciones escuchen de sus padres expresiones tales como: “yo hubiera hecho lo mismo” entre otras; o entiendan que la venganza de sangre o las acciones directas que provoquen el mal de nuestros agresores, sean las únicas soluciones válidas. Esta experiencia nefasta no debe convertirse en un vicio colectivo o en un deporte nacional, como el que personas arcaicas e ignorantes han enarbolado bajo el concepto de justicia comunitaria. No podemos darnos el lujo de caer en la barbarie.

Inmediatamente debemos interrumpir la propagación de la venganza y proclamar el mantenimiento de la justicia, pero en términos de oportunidad, bien común y beneficio colectivo. Y para evitar desórdenes peores en nuestra vida cotidiana, sería bueno que el propio Coronel Arteaga nos enseñe, a los padres, las madres y las jóvenes generaciones, esos valores positivos y virtudes morales, que con sangre y fuego, ha recogido cuando transitaba por el sendero de la justicia verdadera, y del cual se han alejado los operadores judiciales que le han provocado semejante frustración. Han ofendido al hombre equivocado; y todos estamos en el deber de acompañar a la esposa y la hija del Coronel Arteaga, en el duro camino que ahora tienen que recorrer para enfrentar, paradójicamente, a las mismas autoridades judiciales que los desatendieron.
Recorrido en video por algunas de sus canciones más recordadas

Muchísimos temas a los que Mercedes Sosa prestó su inconfundible voz integran un repertorio que ya es parte de nuestra identidad popular. La NACIÓN recopiló enlaces a videos de algunas canciones que marcaron a fuego la trayectoria de la cantante tucumana.

El último disco de Mercedes Sosa puede escucharse en YouTube

Un canal oficial dedicado a la artista reúne todos los temas de Cantora ; también pueden verse fragmentos de un documental sobre la grabación junto a distintos artistas como Charly, Gieco, Spinetta y Cerati

Los temas del álbum de dúos Cantora, que Mercedes Sosa grabó junto a diferentes artistas como Shakira, Charly García, Pedro Aznar, León Gieco y Gustavo Cerati, pueden escucharse en un canal oficial dedicado a "La Negra" en YouTube.

Asimismo, en el sitio de videos están publicados fragmentos del documental Viaje íntimo, que registró la grabación del disco e incluye testimonios de sus participantes.

Mercedes Sosa: érase una voz en América



Galería: una vida en imágenes


«Si se calla el cantor calla la vida, porque la vida, la vida misma es todo un canto si se calla el cantor, muere de espanto la esperanza, la luz y la alegría»


MANUEL DE LA FUENTE MADRID



Mercedes Sosa ha fallecido a los 74 años en un hospital de Buenos Aires, a consecuencia de la complicación de la enfermedad hepática que padecía.

Se calla el cantor, calla la vida, y qué es la vida, sin el canto. Año 1979, cuando los Ford Falcon del terror eran ángeles exterminadores en las tinieblas de la noche oscura, la interminable noche argentina. Quisieron callarla, los milicos quisieron que su voz mineral y telúrica callara. No se atrevían con ella, con su inmensidad de madre austral, de matriarca americana, y quisieron cortar de raíz las flores de su cancionero, la acosaron, la persiguieron, la silenciaron, detuvieron a quienes iban a escucharla, y Mercedes Sosa se tuvo que ir con la música y con la vida a otra parte.

Primero, París, donde el corazón se le partió más de una vez, era tanta la tristeza. Luego Madrid, 1980, entre amigos, entre compañeros, más recogida, más abrazada. Ya no era una niña, ni en la vida ni en el canto. Ya reposaban en su pollera treinta años de carrera, y un puñado de discos palpitantes: «Yo no canto por cantar» (1966), «El grito de la tierra» (1970), «Hasta la victoria» (1972), «A que florezca mi pueblo» (1975), «Si se calla el cantor» (1977), que la habían convertido en referente inevitable de la renovación de la música popular argentina y también hispanoamericana.

En voces como la suya, el folclore revivía, cobraba otra vida, reverdecía, se alimentaba de savia refrescante, y las viejas melodías le sentaban a los nuevos tiempos como un guante. Neruda (aunque a veces le parecía un poco machista), Gabriela Mistral, Víctor Jara, Violeta Parra, Jorge Cafrune, Horacio Guaraní, ningún verso le fue ajeno a Mercedes Sosa, «La Negra». Le dio gracias a la vida muchas veces, pero también le cantó las cuarenta y las que fueran menester a todo lo que apestara a silencio, a prohibición, a condena. Su voz fue un himno para los corazones de América toda, y fue trino libertario por aquí, entre nosotros, en los días en que también estrenábamos cantos de vida y de esperanza, sones de democracia, estribillos de libertad. Por fin, tantos muertos después, Argentina volvió a brotar hermosa y austral, descomunal y verdadera, y para nosotros siempre hermana.

Himnos para el corazón
Los Falcon se fueron perdiendo en la noche de los tiempos, los milicos, más o menos, acabarían en el banquillo, y Mercedes Sosa volvió a su tierra, a aquella patria descoyuntada que más que nunca necesitaba una canción: «Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo. Pero no cambia mi amor, por más lejos que me encuentre. Ni el recuerdo ni el dolor, de mi pueblo y de mi gente», la inolvidable y conmovedora canción del chileno Julio Numhauser. Siguieron los discos, «Vengo a ofrecer mi corazón», (1985), «Gracias a la vida» (1987), «Amigos míos» (1988), siguieron sus paseos humanos y musicales por medio mundo, por las plazas y los estadios, por los teatros y las barriadas. Cantaba Mercedes Sosa, cantaba «La Negra», y hasta la tierra callaba por admirarla: «Si se calla el cantor calla la vida, porque la vida, la vida misma es todo un canto si se calla el cantor, muere de espanto la esperanza, la luz y la alegría». Aquella adolescente de rasgos indígenas que había debutado en un concurso de la radio de su Tucumán natal en 1950, era ya una toda una señora de la canción popular universal, reclamada por los públicos de los cuatro esquinas del planeta. No faltaron los premios ni los reconocimientos, como ser nombrada embajadora de Unicef. No faltaron sin embargo los dolores del alma, ni los del cuerpo (la vista, una parálisis), pero su energía ancestral la mantuvo en pie. Volvieron las giras y las grabaciones, como la «Misa Criolla» (2000) y «Corazón Libre» (2005), volvieron hasta ahora mismito. Sí, su voz fue un himno para nuestros corazones, te dirá cualquier pibe, en la Plaza de Mayo, en la plaza del dolor y la esperanza. Te lo dirán también Leon Giecco y Charly García, y Fito Páez y Milton Nascimento. Te lo dirán también Serrat y Caetano, y Julieta Venegas, y Shakira, y Lila Downs (sin duda su heredera) y Sabina… que apenas hace unos meses grababan con ella su último disco, «Cantora», ya todo un clásico en media América.

Fue una mujer bandera, una tucumana de bandera, pero que siempre prefirió confesar que había vivido. «No me pregunten de política, yo, como mucho, sólo entiendo de la vida» decía. Toda una vida revoloteando de canción en canción, de denuncia en denuncia. Su voz, la voz a ella debida, la voz de América, Mercedes Sosa mujer de las pampas del alma y de los andes del corazón, mujer de una pieza, que siempre supo que las cosas no cambiaron tanto como esperábamos, ni mucho menos tanto como queríamos, ella que toda su vida le cantó a las estirpes condenadas a cien años de soledad, a las que intentó, con su voz, dar una segunda oportunidad sobre la Tierra, a pesar de que ella, la Sosa, «La Negra», sabía que quizá la canción y la poesía fueron armas (sólo de fogueo) cargadas de futuro y «que hay que reconocer que el canto y la poesía no ayudan tanto como una quisiera, como una deseara».

Ha callado el cantor, ha callado la cantora. América se ha quedado muda. Se la ha llevado la vida, se la ha llevado la muerte. América huérfana de madre, América huérfana de voz. Mercedes Sosa, hoy te lloran en todas las esperanzas cantadas en español, hoy, Mercedes Sosa, te lloran en todos los continentes, y en todos también te recuerdan, con las promesas que Rafael Amor puso en tu voz: «Te han sitiado corazón y esperan tu renuncia / los únicos vencidos corazón, son los que no luchan». Ahora lo sabemos: ni todos los Ford Falcon del mundo habrían podido contigo, Negra.


Murió Mercedes Sosa

La cantante, de 74 años, falleció hoy a las 5.15 en el sanatorio de la Trinidad; el último parte médico había indicado “un deterioro en sus funciones orgánicas”; sus restos serán velados en el Congreso de la Nación a partir del mediodía



La familia de Mercedes Sosa subió inmediatamente a la página web de la cantante, un comunicado en el que informó la muerte de la artista, ocurrida hoy a las 5.15 en el Sanatorio de la Trinidad.

El texto familiar es el que sigue: “En el día de la fecha, en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, tenemos que informarle que la señora Mercedes Sosa, la más grande Artista de la Música Popular Latinoamericana, nos ha dejado.

Haydé Mercedes Sosa, nació el día 9 de Julio de 1935 en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Con 74 años de edad y una trayectoria de 60 años, Ella transitó diversos países del mundo, compartió escenarios con innumerables y prestigiosos artistas, y dejó además, un enorme legado de grabaciones discográficas.

Su voz llevó siempre un profundo mensaje de compromiso social a través de la música de raíz folclórica, sin prejuicios de sumar otras vertientes y expresiones de calidad musical.

Su talento indiscutible, su honestidad y sus profundas convicciones dejan una enorme herencia para las generaciones futuras. Admirada y respetada en todo el mundo, Mercedes se constituye como un símbolo de nuestro acervo cultural que nos representará por siempre y para siempre.

Sus restos serán velados en el Salón de los Pasos Perdidos, en el Honorable Congreso de la Nación, Avda. Rivadavia 1864 a partir del mediodía de hoy.

Su Familia, allegados y amigos, agradecen profundamente el acompañamiento y el apoyo expresado en estos días”.

Titulares de La Prensa, Domingo 4 de octubre

Editorial
· Siguen y siguen los enredos
·
· Sólo luchan contra la pobrez (Paulovich)
·
Política
· Evo y opositores afinan ejes de sus discursos para la campaña
·
· OEP levantará límite de padrón en EEUU, Brasil y España
·
· Hoy a las 21.00 inicia el ciclo de Usted Elige-Día V
·
· Mesa dice que la ola de Evo “aún tiene para rato”
·
Ciudad
· En La Paz, 61 industrias implementan prácticas de producción más limpia con inversión propia
·
· Alcaldía lanza campaña Hasta que tú quieras a tu ciudad
·
· Vecinos de Kupini estrenan 2.375 m2 de empedrado
·
· Escóbar Uría Bajo se estrena como Barrio de Verdad
·
· Marcha por la paz mundial inicia la feria de El Prado
·
Negocios
· Petroandina firma contratos que eluden el control de la Ley Safco
·
· Producción de cemento sigue en alza y dinamiza la economía
·
· YPFB halló bufete de abogados para defensa en Estados Unidos
·
· Expo Bicentenario muestra diseño y tecnología boliviana
·
· Unilever lanza al mercado nuevos productos de Sedal
·
· La campaña del Banco Bisa recaudó más de Bs 775.000
·
· El Festival del Jamón 2009 se efectuará este mes en Tarija
·
· El BancoSol fue premiado por el mejor stand de la Expocruz
·
Cultura
· Aymaras de tres países reivindican su cultura con un festival de danza
·
Deportes
· “31” continúa vivo y Tigres está arriba
·
· El arco de la “Verde” tiene dos titulares
·
· Bolívar sabe que Quinteros le costará más
·
· El “Tigre” negocia y evita el remate de sus bienes
·
· Ciclón obtiene su tercer triunfo al hilo
·
· Montaño, subcampeón sudamericano de golf
·
· Andalucía gana la prueba contrarreloj
·
· Barcelona sufre para derrotar al Almería
·
· Sólo Honduras no consigue entrar a octavos del Sub-20
·
· Dos bellezas lucen sus trofeos en Tokio
·
· Argentinos Juniors le quita el invicto a Estudiantes
·
· Sneijder le da el triunfo y el liderato al Inter
·
· Italia quiere los Juegos 2020
·
· El turismo en Brasil aumentará en 15 por ciento
·
· DT emocionado, como si fuera un gol de su equipo
·
· ¿Lo sabía?
·
Mundo
· Zelaya plantea agenda de tres puntos para inicio del diálogo
·
· G7 dice que la recuperación aún es “frágil”
·
· Equipos de rescate son rebasados en Indonesia
·
· Muere el hijo de reconocido líder de las FARC
·
· Irlanda ratifica con 67,1 por ciento el Tratado de Lisboa
·
Opinión
· San Miguel, una parroquia diferente-Carlos Morales Peña *
·
· La Cinemateca Boliviana-Fernando Mirabal *
·
· Vieja o nueva política-Carlos Hugo Laruta *
·
· Su Majestad Lula...-Cayetano Llobet T. *
·
· Nueva victoria ciudadana-Lupe Cajías *
·
· Guerra entre pobres-Róger Cortés Hurtado *
·
· Defender la autonomía universitaria-Alberto Bonadona Cossío *
·
· Las dos versiones de Bolivia-Waldo Albarracín Sánchez *
·
· Hacia un mejor futuro climático-Robert Zoellick *
·
· Apthapi y jopueti para nosotras-Alejandra Fajardo *
·
· Doble voto y Estado etno-nacionalista-Jimena Costa Benavides *
·
· Pequeños detalles-Édgar Arandia Quiroga *
·
Seguridad
· Militares jubilados impugnan decreto y están en emergencia
·
· Las pildoritas operan junto con garzones y dueños de cantinas
·
· Evo ordena ayudar a víctimas
·
Al Filo

· Explotación del Mutún avanza con contratiempos y problemas
·
· 2 pilotos de la FAB mueren al estrellarse un helicóptero
·
· Sifonamiento en La Paz
·
Social
· Acto de premiación de conservación internacional
·