sábado, 21 de marzo de 2009

Lula, el mediador (Walter Sotomayor)

Los profesionales de la diplomacia consideran que su misión tiene éxito cuando cierran acuerdos, facilitan contratos, reducen tensiones y acomodan intereses. A veces el mero establecimiento del diálogo franco y directo puede ser el comienzo de algo grande. Es necesario encontrar coincidencias y consensos para avanzar.

La diplomacia brasileña vive actualmente un buen momento en la relación con el Gobierno de Estados Unidos y está completando dos décadas de entendimiento, pese a que en muchos temas hay discrepancias. El último corto circuito coincidió con la moratoria de la deuda externa (1986), con la política que prohibía importar computadoras y reconocer derechos de propiedad intelectual durante el gobierno de José Sarney.

Después, las autoridades consideraron que era mejor tener una agenda positiva y tratar de manera menos emotiva las diferencias comerciales. Los últimos presidentes brasileños han sido recibidos en la Casa Blanca y han sido también anfitriones de los estadounidenses en Brasilia. Tampoco se han mezclado los canales, para que la desaprobación brasileña a la invasión de Irak, por ejemplo, no se transforme en un escollo a entendimientos sobre otros asuntos.

Rio Branco, el patrono de la diplomacia brasileña, definió esa política pragmática en relación a Estados Unidos hace un siglo, y tener buenas relaciones con Washington es un objetivo permanente de Brasil, lo que no significa identidad política. Los brasileños están siempre dispuestos a defender sus intereses con argumentos consistentes, así como lo hacen las autoridades norteamericanas.

En ese sentido, Brasil no cambió nada con Lula da Silva. Sólo que ahora se sienta para conversar en el salón oval de la Casa Blanca no sólo sobre los asuntos bilaterales, sino que trata además problemas de otros países, como Venezuela, Argentina y Bolivia, que han perdido la capacidad de dialogar y han solicitado su intermediación. Conversar con Lula es también importante para Barack Obama, porque el Presidente brasileño puede ayudar a reducir el antiamericanismo fomentado por la administración de su antecesor. Poco a poco ha surgido un nuevo escenario en las relaciones diplomáticas en el continente.



Fuente: La Razón

martes, 17 de marzo de 2009

“Liberen la verdad”

Las luchas por la defensa de la democracia, la justicia y los derechos ciudadanos deben enmarcarse dentro los límites propios de esos valores


Con el lema ‘Liberen la Verdad’, familiares Leopoldo Fernández y varias organizaciones sociales han dedicado la jornada de ayer a recordar los seis meses de detención del ilegalmente destituido pero legítimamente electo prefecto de Pando. Pero más allá del caso individual, se ha llamado la atención del país y del mundo sobre la manera arbitraria como fueron detenidos y son mantenidos en la reclusión muchos ciudadanos acusados de haber promovido los enfrentamientos de Porvenir el 11 de septiembre del pasado año.

Lo que piden los promotores de estas movilizaciones no es que Fernández y los demás detenidos sean liberados de cualquier responsabilidad que pudieran tener. Se reconoce que los luctuosos acontecimientos que tuvieron lugar en Pando deben ser objeto de una investigación y los implicados –tanto los del oficialismo como los de la oposición— sometidos a un juicio justo.

Lo que se exige, pues, es simplemente que el proceso vuelva al cause de la legalidad. Que los más elementales derechos ciudadanos de los imputados sean respetados, que se respete lo que para estos casos tiene previsto la legalidad vigente. En el caso de Fernández, no es otra cosa que un juicio de responsabilidades.

El mismo prefecto pandino se ha encargado de aclarar cuál es su demanda. En una carta pública, Fernández aclaró que no pide que se le dé libertad irrestricta sino, simplemente, que se le dé lo que le corresponde como a cualquier ciudadano: la posibilidad de defenderse de acuerdo a su estatus de prefecto elegido por el voto de la gente. Pero además de esas demandas, el movimiento promovido alrededor de esa causa se propone sentar las bases de una oposición política, por ahora inexistente, capaz de dar batalla en el escenario democrático. Para ello, los comités cívicos de los departamentos autonomistas se proponen analizar la posibilidad de constituir un Frente Amplio y definir una posición conjunta sobre la situación política nacional y sus múltiples desafíos.

La decisión de llevar las luchas cívicas de esos departamentos al escenario político, de modo que su campo de acción sean los escenarios de la democracia y no, como hasta ahora, las luchas callejeras, es desde todo punto de vista encomiable. Es el reflejo de una sana autocrítica sobre la manera de actuar que hasta ahora tuvieron, la que dio lugar a graves errores entre los que se destaca el haberse dejado llevar, como en Pando, al terreno de la violencia.

En todo momento, pero con mayor razón en circunstancias como las actuales, es necesario que las luchas por la defensa de la democracia, la justicia y los derechos ciudadanos se enmarquen precisamente dentro los límites que imponen esos valores. Cualquier acto que se salga de ellos sólo contribuirá, como ya se ha visto, a que se imponga el espíritu autoritario.