sábado, 12 de septiembre de 2009

El “discreto encanto” picante de “Zona Sur” (Ricardo Bajo H.)

1.- “Zona Sur” es la película más personal y riesgosa (por ende) de Juan Carlos Valdivia, el director de “Jonás y la ballena rosada” (1995) y “American Visa” (2006, ambas con guiones ajenos, de los afamados novelistas Wolfango Montes y Juan Recacoechea, respectivamente). Con el cuarto largometraje (el tercero fue “El último evangelio”, muy poco conocido en Bolivia), Valdivia ha decidido apostar el todo o nada a una película típica de cine de autor, altamente política, con dosis de poesía y compromiso con el mundo que nos rodea, pulcramente cuidada en las formas, inaudita desde la mirada, con puesta en escena quasi teatral (con personajes saliendo y entrando en escena, con guiños a Lorca y Chéjov), para cinéfilos y para amantes del buen cine, más allá de los estruendos hollywoodenses y de las parafernalias esteticistas que otrora caracterizaron el primer cine del propio Valdivia. Sin lugar a dudas, un antes y un después dentro de su propia filmografía. Desde la zona Sur, como nunca antes, un retrato de nuestro tiempo, picante como un buen ají de fideo, un fresco de Velásquez, de época ¿caduca?

2.- “Zona Sur” se puede disfrutar (y se disfruta) desde varios niveles, desde el corazón y desde el intelecto. Desde el cinéfilo más erudito hasta la persona sensible con el momento político y con nuestra propia sociedad. Desde el espectador que se deleita con la cámara, un personaje más, circular (a ratos mareante, a ratos, “ausente”), con los objetos redondos que adornan la casa (otro gran personaje vivo como el que más), con la cuidada puesta en escena (desde el trabajo excelso de Joaquín Sánchez, en la dirección de arte y diseño, hasta la música sutil de Cergio Prudencio). Desde el blanco impoluto (contraste con la “suciedad” del alma de los protagonistas) a los guiños “inocentes” de Andrés, el personaje del niño (interpretado dulcemente por Nicolás Fernández) que invita a soñar, a inventarse amigos invisibles como “Spielberg” para poder charlar desde su soledad tierna, que convoca a la imaginación, a subirnos a los tejados, a volar, ¿a irse?

3.- “Zona Sur” retrata la caída en desgracia y el desmoronamiento de una familia “jailona” de clase alta de La Paz. Con sus hipocresías consuetudinarias, con sus racismos, sexismos y clasismos a borbotones, con sus miedos e ignorancias, con sus desprecios, con sus burbujas ficticias, con sus mundos de maravilla, con sus esquizofrenias. Con su discreto encanto, otrora tan magistralmente narrado por el genio Buñuel. Personajes encerrados en sí mismos, absortos, paralizados y escondidos detrás de la ventana. Enmudecidos ante el empoderamiento de una clase emergente, orgullosamente chola, que los desplaza, que compra con platita en mano sus refugios de fantasía. Con su cuidado “tempo”, con sus vacíos y ritmos, con sus planos secuencia delicados. Con los cielos nublados y la lluvia, atípicamente paceños, remarcando con énfasis ese toque melancólico, tan bien fotografiado por Paúl de Lumen.

4.- “Zona Sur” es una película con el nuevo sello de Valdivia, pero sobretodo es un filme de personajes (de mujeres), de sentimientos. Todos girando alrededor de la madre, Carola (a la que da vida una creíble Ninón del Castillo), que asiste impotente a un mundo que desaparece, que se resigna al abismo generacional que los separa de sus hijos hedonistas, que contempla despavorida e histérica los cambios que se avecinan (universo “invisible” en el filme que apenas asoma en las escenas del lago). Personaje que mantiene un duelo actoral espléndido (escasos en el cine boliviano), con Wilson (en un papel genialmente interpretado por Pascual Loayza), el empleado aymará, cocinero y “alma pater” de la casa, verdadera y sensible figura paterna.
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Fuente: Opinión