sábado, 12 de septiembre de 2009

Mirar a Bolivia detrás de la ventana (Daniela Otero)

Zona Sur es el retrato de una familia, de un barrio, de un país que cambia, dijo Juan Carlos Valdivia ambiciosamente, al referirse a su última película.

La vi el fin de semana, con la expectativa que me produjo la posibilidad de sorprenderme, como con La ballena rosada o con American Visa. Pero me encontré con una lectura egocéntrica, en la que percibí al director encerrado en la misma burbuja de cristal en la que enclaustró a sus actores.

Y es que, en realidad, Juan Carlos Valdivia forma parte de ese pequeño grupo de cineastas nacionales que estudiaron en el extranjero. El Consejo Nacional de Cine o algún mecenas les infló el ego y el bolsillo. Su principal aporte fue no haber renunciado al sueño de hacer cine en un país del tercer mundo.

Esto, a diferencia de otros muchos que se resignaron a estudiar Comunicación Social no más, que no tuvieron plata para invertir, ni contactos con las ballenas rosadas de la cinemateca como Carlos Mesa, ni la viveza para rodearse de contactos que financien sus aventuras cinematográficas.

Quizá por eso la película repite las ignorancias de los jailones bolivianos. Para la burguesía nacional -que vive de plata prestada , cuando no de consginaciones de empresas en las que hay algún familiar o de licitaciones fraudulentas y corruptas - las chicas que viven en Miraflores son "birlochas"; las cholas tienen más plata que ellos, porque son contrabandistas; los empleados hablan en aimara para que los k’aras no los entiendan; las indígenas de occidente se hacen pegar por sus maridos; los empleados usan las cosas de las señoras; los niños bien sólo se ocupan de farrear y de cambiar de autos y la Gota de Agua es un antro.

Y este país, al que desprecian, es un niño caricaturizado en pantalones cortos y suspensores, que ilusamente piensa que volará con alas de papel y no se da cuenta que está volviendo al pasado, a los años ’60, o sea, al Estado protector, dejando atrás la modernidad, que para esta casta fue el neoliberalismo.

Encerrados estamos, parece decir Valdivia, cada vez que, de manera magistral, muestra a los personajes detrás de los cristales mojados por la llovizna del cambio. Pero en el fondo somos buenos, convivimos con el enemigo, con el vendedor de queso, con el ají de fideo, con nuestra empleada y nuestro mayordomo a quienes invitamos a nuestra mesa.

Tendremos que resignarnos a venderle nuestras cosas a las cholas platudas, a aceptar que son nuestros amigos. Al fin y al cabo, ellos conviven con nosotros, con los pocos privilegios que nos quedan, como ir a jugar póker, beber whisky, vestir ropa de marca, viajar a España; dormir y tirar en sábanas de seda, conseguirnos una magnífica que cree que está haciendo el negocio de su vida; ser lesbiana.

Para nuestros intelectuales, periodistas, activistas y uno que otro ex presidente extraviado en el mismo egocentrismo de Valdivia, la película es el elocuente retrato ¿o autoretrato? de una clase en decadencia, de una clase desplazada del poder por los cholos, avasallada por un proyecto de cambio que los margina, que los excluye. Pobrecitos.

¡Qué lúcido que es el arte! Nadie como él para clavar el bisturí y diseccionar a la sociedad, exclama Jaime Iturri. Al final, reflexiona Jimmy, periodista al que estimo de verdad, terminamos todos sentados a la mesa comiendo y compartiendo ese ají de fideo tan democrático e igualitario.

La película plantea de manera muy elocuente la irreversible decadencia de la clase blancoide paceña. Sus taras, sus imposturas, sus superficialidades, su vacío existencial y, sobre todo, su recambio generacional; es decir, sus hijos como lo peor que han producido, dice, por su parte María Galindo, para quien esta producción es probablemente, el único retrato bien logrado de la clase alta en el cine boliviano.

Zona Sur retrata la caída en desgracia de una familia jailona de clase alta de La Paz. Personajes encerrados en sí mismos, enmudecidos ante el empoderamiento de una clase emergente, orgullosamente chola, que los desplaza, que compra con platita en mano sus refugios de fantasía, dice Ricardo Bajo.

El sociologismo no cabe porque desmontaría la historia personal, la nostalgia, el niño y los sueños, la mirada desde abajo y los espacios cruzados de lo que es lo mestizo, dice, con la grandilocuencia de siempre, Carlos Mesa. Una clase se ha desmoronado. El poder le ha sido arrebatado, la otra clase ha tomado el papel de protagonista central en este nuevo tiempo, lamenta el ex presidente , enjugándose las lágrimas con el pañuelito blanco.

Claro, los mestizos estamos heridos. ¡No somos nada! ¡Nadie nos toma en cuenta! ¡Quieren que seamos iguales, pero yo soy blanco, inteligente y hablo ingléj!

La fotografía, la música, la producción de esta película son encomiables. Calidad pura, en serio. Pero la catarsis de Valdivia decepciona, francamente, porque en realidad, creo que en esta película no hay ironía ni metáfora alguna. Él y otros muchos mestizos siguen viviendo en su burbuja de cristal, mirando a Bolivia detrás de la ventana.

Fuente: http://damasyescuderos.blogspot.com/2009/09/zona-sur-mirar-bolivia-detras-de-la.html