viernes, 2 de octubre de 2009

El sueño americano de Roman Polanski (Ian Buruma)

NUEVA YORK – ¿Qué propósito cumple Suiza al encarcelar al renombrado director cinematográfico Roman Polanski por una orden judicial que data de hace 30 años? Arrestado en 1977 por la supuesta violación de una niña de 13 años en Los Ángeles, Polanski se declaró culpable del delito menor de tener sexo ilegal con una menor. Convencido de que su juez, el difunto Laurence J. Rittenband, no mantendría su promesa de dejarlo salir en libertad después de cumplir 42 días de arresto en una prisión de California, el director huyó de Estados Unidos en 1978 antes de que se anunciara su sentencia final.

Desde entonces, la víctima del delito sexual de Polanski, Samantha Geimer, públicamente lo perdonó, y expresó su deseo de que se retiraran los cargos. De manera que la razón para proseguir con el caso ahora no puede tener nada que ver con los derechos o sentimientos de la víctima. Tampoco es probable que Polanski, casado y padre de dos hijos sin ningún otro registro criminal, repita sus delitos.

De manera que no es útil para el bien de la sociedad obligarlo a regresar a Los Ángeles para un juicio. El sentido común parecería llevarnos a una única conclusión, que su arresto -en un país que está obligado por tratado a extraditar a los fugitivos de la justicia norteamericana- no cumple ningún objetivo.

Sin embargo, las reacciones a su triste situación, especialmente en Francia, han sido extrañamente estridentes. El ministro de Relaciones Exteriores francés, Bernard Kouchner, calificó al arresto de Polanski de "siniestro". Fréderic Mitterand, el ministro de Cultura, habló de "un Estados Unidos tenebroso que acaba de mostrar su cara". El ex ministro de Cultura Jack Lang dijo que el "sistema norteamericano de justicia se había vuelto loco". Y agregó que era como "una máquina infernal" que avanza "a ciegas".

Infernal o no, podría decirse que, supuestamente, la justicia es ciega, en el sentido de que nadie -ni siquiera el mejor cineasta- está por sobre la ley o tiene derecho a escapar de ella. Sin embargo, eso es precisamente lo que afirma mucha gente, incluyendo sus colegas en el mundo del cine -por ejemplo, Pedro Almodóvar, Wim Wemders y Ettore Scola-. Ellos creen que es "inadmisible" que un artista de la estatura de Polanski sea arrestado por lo que hizo.

Polanski es un ciudadano francés y Francia probablemente sea más indulgente con sus artistas que Estados Unidos. En 1943, después de una vida de delitos insignificantes, el escritor Jean Genet enfrentó otra sentencia a prisión por robo. Cuando Jean Cocteau declaró que Genet era un genio literario, una corte francesa, por miedo a ser demasiado dura con un maestro de las letras, redujo su sentencia.

Permitir que reconocidos artistas tengan un comportamiento que no sería tolerado en hombres de poca monta es un tributo que Francia paga por el talento superior. (Pensemos en Oscar Wilde que, al igual que Polanski, encontró refugio en París).

Tal vez esto demuestre que Francia es más civilizada que Estados Unidos. Los norteamericanos, y en cierta medida los británicos, a veces pagan un tipo diferente de tributo a los artistas famosos. Si se los atrapa portándose mal, muchas veces son tratados con una dureza particular por las cortes y los medios populares por igual. Es una forma de populismo: muestra que hasta la gente más famosa no es mejor que nosotros -y esto vende periódicos (u, hoy en día, genera tráfico en Internet).

Un ejemplo particularmente obsceno fue el caso de "Fatty" Arbuckle, un gran actor de comedia en la era del cine mudo de Hollywood. Cuando una niña dijo haber sido violada en una de sus fiestas en 1921, y luego murió, pocos días después, Arbuckle fue puesto en la picota por la prensa, y sentenciado por violación y homicidio en dos ocasiones. Recién en su tercer juicio se pudo establecer que era inocente. La niña era una conocida chantajista, y murió por causas que nada tenían que ver con su vida sexual. Pero la carrera de Arbuckle ya estaba arruinada, víctima de un fiscal ambicioso y de una prensa popular que ganaba dinero con los escándalos.

Polanski no era inocente, pero él también puede haber sido víctima de la misma combinación del deseo de un juez de derribar a un hombre famoso y medios ávidos de sensacionalismo. Quizás Estados Unidos no sea tan civilizado como Francia, pero es más democrático. Y, si bien el trato igual bajo la ley obviamente es una de las características más recomendables de la democracia, el celo de los funcionarios electos y de los medios de comunicación que consienten los caprichos de la opinión pública a la hora de tratar a los artistas talentosos es la cara desagradable de la democracia.

El gran observador francés de la democracia norteamericana, Alexis de Tocqueville, vio esta cara de la democracia norteamericana en los años 1830, cuando dijo que "los norteamericanos están tan enamorados de la igualdad que preferirían ser iguales en la esclavitud que desiguales en libertad". El precio para la democracia al estilo norteamericano, escribió, era la mediocridad artística y la conformidad pública.

Esto también era una exageración, pero Tocqueville estaba acertado en algo. Si una excesiva deferencia hacia los grandes artistas es la marca de una sociedad que nunca en definitiva escapó de sus raíces aristocráticas, una excesiva indiferencia hacia ellos es una señal de estrecha ignorancia.

¿Qué debería hacer Polanski? En un mundo ideal, aceptaría regresar a Los Ángeles, enfrentaría a sus jueces y esperaría que su caso proscribiera. Este no es un resultado improbable. Los norteamericanos pueden ser generosos. Y él luego estaría en libertad de ir adonde quiera en los años que le quedan de vida.

Desafortunadamente, el mundo no es ideal y Polanski podría descubrir que el riesgo de una encarcelación en una prisión estadounidense es demasiado alto. Si decide rehusarse a ser juzgado en un tribunal de justicia, como cualquier otro delincuente, sería entendible. Si es admirable o no es otra cuestión.
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Ian Buruma es el autor de Murder in Amsterdam: The Death of Theo van Gogh and the Limits of Tolerance. Es profesor de democracia, derechos humanos y periodismo en el Bard College. Su último libro es la novela The China Lover.
Copyright: Project Syndicate, 2009.www.project-syndicate.org