lunes, 28 de septiembre de 2009

Huntington y el multiculturalismo (Agustín Saavedra Weise)

Ventana al mundo


El politólogo y profesor de Harvard Samuel Huntington (1927-2008) falleció hace poco. De sus obras destacan “El orden político en sociedades en cambio” (Paidós; Buenos Aires) y “Choque de civilizaciones” (1993, Foreign Affairs). Huntington fue controvertido, pero también admirado. En poco espacio destacaré algunas de sus ideas básicas.

Según Huntington, la modernización tornaba complejas y desordenadas a las sociedades. Sin la contraparte de un proceso de institucionalización política generador de instituciones capaces de digerir el cambio, los resultados podían derivar en la violencia. No es fácil lograr estabilidad con el cambio y menos viable aún resulta el traspaso automático de instituciones de una sociedad compleja a sociedades menos estructuradas. Este error lo ha cometido Estados Unidos antes en Vietnam, ahora en Irak y Afganistán. Las críticas de Huntington al respecto no fueron asimiladas ni entonces ni ahora. Cada sociedad es peculiar, cada proceso de cambio es distinto. Ésa fue y es la lección de Huntington.

El choque de civilizaciones tuvo su base en la clasificación global que hizo el historiador británico Arnold Toynbee de diversas culturas mediante sus grados de similitud o diferencias. Había (hay) una raíz real en lo de Huntington: Occidente ha estado sometido a interacciones violentas con el islam desde las lejanas épocas del fundador de esta religión, Mahoma. Debemos recordar la invasión de la península Ibérica y parte de Francia en el siglo VIII. Los sarracenos se quedaron en España y Portugal por 700 años. Las Cruzadas y posteriormente la toma de Constantinopla por los turcos, más su ocupación de Grecia y de los Balcanes, desarrollaron a lo largo de cientos de años un choque permanente entre los mundos cristiano e islámico. Con otras connotaciones, eso persiste. Ahora cabe lograr convivencia y mutua tolerancia, algo que también predicaba Huntington.

La preocupación de Huntington por el multiculturalismo —como afirma el argentino Andrés Cisneros— no apunta a sus esencias sino a sus excesos: la utopía de un mundo donde todos somos intercambiables ya ha generado demasiadas experiencias totalitarias. Las sociedades no pueden ser esencialmente multiculturales, como los individuos no pueden vivir con múltiples personalidades. Para mejor convivir, no es necesario mutilar las diferencias sino potenciar los parecidos. No será negando mi identidad que aprenderé mejor a aceptar la del otro. Estas aseveraciones las encuentro aplicables al caso boliviano del momento. El multiculturalismo al final deriva en alguna clase de dominio, o en el cambio de un dominio por otro. Las sociedades pueden ser multiétnicas, pluriculturales, en fin, todo lo “plu” y lo “multi” que se quiera, pero finalmente un sistema implícito de poder establecido será el determinante. En los Estados Unidos, y máxime luego de la elección de Barack Obama, ya a nadie le importa el credo o la raza, pero sí importa —es vital— pertenecer al main stream (corriente fundamental), permanecer y actuar dentro de los límites que ella impone. Malcom X y Jesse Jackson no eran main stream y por eso no tuvieron mayor chance electoral, no necesariamente por ser negros. No la tuvo el blanco George Wallace, gobernador racista de Alabama, pues tampoco era main stream. Obama sí es un hijo dilecto del main stream. Por eso los norteamericanos votaron masivamente a su favor.

El “multiculturalismo” —siguiendo a Huntington— disfraza una voluntad de dominio que intenta modificar las cosas drásticamente, con los peligros que eso trae si las instituciones no acompañan al nuevo orden político.

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El autor es ex canciller, economista y politólogo

www.agustinsaavedraweise.com
Fuente: La Prensa