domingo, 27 de septiembre de 2009

¿Un golpe imposible? (Natalio R. Botana)


Pronto, en Honduras, se pondrán a prueba los estilos y las capacidades de negociación





El interrogante de este título delimita el mapa político en Iberoamérica. Entre las lecciones desopilantes que Chávez imparte en las Naciones Unidas, y el golpe ilegal e irresuelto en Honduras, se va delineando esta geografía donde coexisten en tensión herencias del pasado con innovaciones del presente. Las herencias aluden al recurso del golpe con esa mezcla vetusta de militarismo y comportamiento faccioso de bandos irreconciliables. Las innovaciones, obviamente, se refieren al proceso democrático más largo de cuantos ha conocido nuestra región.

No hay duda de que este proceso está plagado de malformaciones. Tampoco caben mayores dudas de que dicho fenómeno ha mostrado, hasta el momento, una resistencia para nada desdeñable. Por este motivo, los análisis son oscilantes. De un lado de la balanza, hay una apuesta por la esperanza ínsita en la promesa democrática; del otro, la percepción de un caos a la latinoamericana, envuelto en una catarata verbal que en los hechos conlleva síntomas de autoritarismo.

En esta encrucijada deberían encontrarse tanto la inteligencia práctica para negociar y armar compromisos, por más precarios que estos sean, como la exigencia de levantar liderazgos adecuados a la construcción de un orden regional pacífico y responsable. Los próximos días en Honduras (tal vez semanas) serán en este sentido decisivos porque allí, en caliente, se pondrán a prueba los estilos y capacidades de negociación.

Convengamos que, en el plano de los liderazgos, las transformaciones son manifiestas desde que Barack Obama asumió la primera magistratura en los Estados Unidos. De cómo, hacia dentro y fuera de sus fronteras, el nuevo presidente logre conciliar su ética reformista con la pesada carga que supone la seguridad internacional, dependerá el curso que adopten las relaciones de poder en Iberoamérica.

Por ahora, mientras la búsqueda de soluciones pacíficas impregna la política con respecto a Honduras, las razones atinentes a la seguridad orientan la política referida a Colombia. Estas estrategias no son, como en tiempos de George W. Bush, mutuamente excluyentes. Habrá que ver, por consiguiente, si Obama tendrá el temple necesario, fortaleza y prudencia, para proseguir su derrotero por esta vía media. No es otro el atributo típico del reformista que debe incorporar gradualmente nuevos principios de acción.

La suma de estos recursos -poder, innovación, capacidad de incidir con eficacia en el rumbo de las cosas- está dibujando el perfil de Brasil luego de tres lustros de continuidad. Allí se ha producido una acumulación virtuosa de políticas que, en esta materia, contrasta con la manía destructiva de nuestro país. En el escenario internacional, esto ha permitido el ascenso de Brasil hacia la relevancia y el descenso de la Argentina hacia la irrelevancia.

Por cierto, el camino ascendente tiene costos. Uno de ellos es la situación en que se encuentra la embajada de Brasil en Honduras, un lugar acosado que no se sabe bien si ha sido elegido conscientemente para hacer valer en aquel país la presencia de la primera potencia regional o si, de lo contrario, dicho entuerto se ha generado al influjo táctico de Chávez y Zelaya para seleccionar un asilo de estas características. El tiempo dirá, a la espera de los resultados de la activísima acción diplomática en curso.

El otro costo es la carrera armamentista. En este terreno, corremos el riesgo de prender luces rojas, aunque las razones intervinientes sean diferentes. No son semejantes las apetencias de Brasil en cuanto al rearme que las de Venezuela o Colombia. En Brasil predomina la idea de apuntalar con recursos militares su condición de potencia emergente guiada por el criterio de la responsabilidad internacional. En Colombia convergen el liderazgo lamentablemente reeleccionista de Uribe, firme en la lucha contra el narcoterrorismo, y, asimismo, la voluntad de los Estados Unidos de conservar su rango de gran potencia en la región. En Venezuela, en fin, Chávez conjuga el contradictorio papel de potencia irresponsable, aliada para más datos con Irán, mientras cumple puntillosamente con la provisión de petróleo a los Estados Unidos.

Aceleración, pues, del rearme. Brasil está en camino de duplicar su gasto en relación con su PBI, Venezuela y Colombia no cejan en sus propósitos y Chile mantiene, junto con Ecuador, el porcentaje más alto en América del Sur (respectivamente, el 3,73 por ciento y el 3,81 del PBI). En cifras absolutas, el impacto es más fuerte. En 2008 Brasil gastó 27.540 millones de dólares; Colombia, 6746; Chile, 5395 y Venezuela 3321. La Argentina, en el quinto lugar, tiene un presupuesto de defensa de 2830 millones, el gasto más bajo (0,87% del PBI) de los países sudamericanos (datos extraídos de DEF, septiembre 2009).

Con esto queda en claro que, si bien el golpismo tradicional ya no es más incontrolable como antaño, la lógica armada de las naciones sigue gozando de buena salud. Las reuniones de presidentes se suceden, la invención de organizaciones regionales, de más en más superpuestas, denota un activismo que sería deseable aplicar a temas más circunscriptos; entre otros, la comunidad de defensa en América del Su, señal de que la verborragia integracionista predomina sobre las realidades conducentes a tal propósito.

Fuente: La Nación