domingo, 27 de septiembre de 2009

A Dios le pido (Carlos Morales Peña)

CATALEJOS





1.150.000 personas, la mayoría cubanos, se movilizaron detrás de Juanes, el cantante colombiano que fue más allá del arte y, pese a las amenazas y la polémica, se animó a militar por la paz y la reconciliación de la entrañable nación caribeña. Una paradoja, en el país socialista más ateo de América, los cientos de miles gritaban A Dios le pido, al unísono, por la apertura y la reconciliación de una nación dividida por la ideología. El recital se transformó en un fenómeno histórico. Decenas de programas y movilizaciones a favor y en contra señalaron que la movida de Juanes iba más allá de la música. Y demostró que, como casi siempre, los artistas están por delante en la reflexión y la demanda de acción sobre los grandes problemas de la Humanidad.

Me pareció genial que Juanes no hiciera una apología del régimen cubano y menos se amilanara frente a la derecha cubana asentada en Miami. Fue a enunciar un mensaje sencillo: que el mundo se abra a Cuba, que le dé una oportunidad histórica, y que Cuba se abra al mundo, para que lo bueno de su proceso trascienda sus fronteras y lo malo de su sistema político se transforme. El Concierto por la paz marcó una senda bajo la bandera blanca de todos aquellos que reclaman una Cuba más justa, más libre, para todos sus ciudadanos. Bajo la mirada atenta de la imagen del Che Guevara, miles de personas respaldaron el mensaje por la paz. Fue un acto sin política, sin la densidad ideológica del castrismo. Y Juanes fue muy claro, hay que cambiar el discurso político tanto en Cuba como en Miami, aquel que divide y excluye a los que no piensan lo mismo.

No fue menor el signo que representan los trajes blancos, del mismo color que las mujeres de blanco que marchan en las calles de La Habana por una reforma política del régimen centralista y autoritario encabezado por los hermanos Castro. Cuba interpeló a América con su Revolución durante más de medio siglo, eso está fuera de toda duda. Su Revolución social sigue siendo un ejemplo en muchos planos de su sociedad. La eliminación de un sistema autoritario y clasista, la socialización de la salud y la educación son parte de los logros cubanos. Pero no son menos importantes las fallas y carencias de un sistema sustentado en un partido único, sin libertades plenas y con violaciones a los derechos humanos que son inocultables.

Los autoritarismos de izquierdas y de derechas caen en extremos, incluso, absurdos. Hace pocos días nos enteramos que fueron detenidos dos jóvenes blogueros acusados de traición a la patria por difundir sus formas de pensar por internet. Leímos que las juventudes comunistas estaban cansadas de la censura y las loas al régimen que no se las creen ni los mismos militantes. Disidentes, sindicalistas y periodistas están presos por pensar diferente. Señales de cambios comienzan a surgir a partir de la gestión de Raúl Castro. El libre acceso a la web, la venta de teléfonos celulares y el reconocimiento de ciertas formas de propiedad privada muestran lo insostenible que resulta el régimen centralizado cuyos resultados sociales tienen a la mayoría sumida en las carencias más indignas.

Una democracia plena, con el voto directo y sin restricciones en la participación política, es una aspiración compartida por millones que, obviamente, no se resuelve con un recital. Sin embargo, no es menor el dato que señala que la presentación de Juanes se transformó en el evento público más masivo de la historia de ese país. Una señal que hará pensar a propios extraños por la paz y la apertura en la querida Cuba. Una señal por un cambio, no para volver al pasado, sino para ir a un futuro de derechos plenos para los cubanos y para los latinoamericanos. Es tiempo de cambiar, es tiempo de cambiar, gritó Juanes con todas sus fuerzas, millones lo acompañaron.

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El autor es Jefe de Redacción de La Prensa

morales@laprensa.com.bo