miércoles, 30 de septiembre de 2009

Aplausos para Chichín Vázquez (Alcides Parejas Moreno)

El público que colma el teatro está electrizado. Es en un teatro de Buenos Aires. La obra termina; se apagan las luces; el aplauso y los gritos de júbilo son ensordecedores y se prolongan durante larguísimos minutos. Es el premio que el gran Alfredo Alcón y el elenco que acaba de mostrar una soberbia puesta de “El rey Lear”, de Shakespeare. “El premio al trabajo bien hecho; hecho con amor y talento”, pensé, e inmediatamente recordé que unos días antes había asistido a los funerales de don Alberto M. Vázquez y que tuve la tentación de arrancar con un aplauso –“Bravo, Chichín!”--, pues estaba haciendo mutis por el foro un hombre que había pasado por la vida haciendo un buen trabajo, un excelente trabajo.

Alberto M. Vázquez es el ejemplo del cruceño universal. Nació en Santa Cruz de la Sierra en el seno de una familia tradicional, los Vázquez Machicado, entre los que destacan tres de sus tíos: don José que, aunque muerto prematuramente dejó un importante catálogo sobre una parte de los papeles que guarda el Archivo General de Indias de Sevilla relacionados con nuestra historia; don Severo que dejó importantes estudios antropológicos sobre los guarayos, entre quienes ejerció como médico, y ágiles y sabrosos cuentos; y don Humberto, uno de los más importantes historiadores del país. Alberto M. Vázquez se apartó de la tradición familiar y se formó como ingeniero –ha sido un brillante profesional en el campo petrolero—y un empresario de éxito y generoso. Sin embargo, el peso de la familia hizo que siempre fuera un humanista y un filántropo al que recordarán siempre muchas instituciones cruceñas.

Sí, Alberto M. Vázquez fue un humanista que volcó todo su entusiasmo en el libro. Tenía conciencia clara de la importancia del libro y se convirtió en un bibliófilo. Pacientemente fue capaz de construir una de las bibliotecas privadas más importantes del país, que actualmente se encuentra al cuidado de uno de sus hijos en la ciudad de La Paz, que incluye una importante colección de fotografías. No se trata, de ninguna manera de un simple coleccionista, sino que era un bibliófilo en el estricto sentido del término: conocía y amaba todos los libros de su biblioteca, donde pasaba una buena parte de su tiempo.

Sintiéndose en deuda con sus tíos Vázquez Machicado, pero sobre todo con Bolivia, Alberto M. Vázquez se lanzó a la aventura de publicar sus obras completas. No era trabajo fácil, pues se trata de una enorme cantidad de material, una buena parte del cual había que localizarlo. Al igual que sus antepasados, acometió esta tarea “a su costa y misión”, como se dice en los documentos coloniales. Para ello contó con la valiosa colaboración de don Guillermo Ovando Sanz, con el que compartía las mismas inquietudes. La obra resultó monumental, pues son ocho los volúmenes que recogen las obras de José y Humberto. Además, ha publicado un volumen con los cuentos y artículos de don Severo y, mientras se hacía el trabajo para las obras completas, hizo algunas publicaciones individuales de don Humberto.

Heredó de sus tíos la admiración por la obra de Gabriel René Moreno, que fue acrecentada por la influencia de Ovando Sanz, un importante estudiosos de la obra moreniana. Es por ello que tras terminar y cumplir con los Vázquez Machicado, se lanzó a la gigantesca tarea de hacer la edición facsimilar de la “Biblioteca Boliviana” y la “Biblioteca Peruana” de Moreno. En este trabajo ha contado con la invalorable colaboración del historiador René Arze Aguirre, que alguna vez me decía que cuando trabaja sobre los papeles de Moreno tiene la tentación de hacerlo de pie! Todas estas publicaciones las hizo bajo el sello editorial de la Fundación Humberto Vázquez Machicado que, sin lugar a dudas, ha marcado un importantísimo hito en la historia editorial del país.

Alberto M. Vázquez pasó los últimos días de su vida en Santa Cruz de la Sierra, su ciudad natal. Pasó por el mundo haciendo un extraordinario trabajo hecho con gran solvencia profesional, pero sobre todo con amor. Pasó por el mundo sin apenas hacer ruido, pues nunca buscó la figuración, pero inscribió su nombre como uno de los más importantes mecenas de la cultura boliviana del siglo XX.

¡Aplausos para Alberto M. Vázquez! ¡Aplausos para Chichín!