domingo, 27 de septiembre de 2009

Internet (Guillermo Mariaca Iturri)

EL OFICIO EDUCATIVO


Hace un par de meses busqué algún servicio de internet que llegase a mi casita medio rural. Los cuatro consultados me respondieron negativamente. Y que conste que estaba dispuesto a pagar lo demandado, aun sabiendo lo absurdo del precio y lo pésimo de la calidad. Voy, entonces, a compartir con ustedes algunos datos para contribuir a lo que debiera ser una indignación pública.

En Japón se paga cada mes $us 60 por una conexión de 160 megas. En Holanda, por 120 megas, se paga $us 80. En Bolivia se paga $us 30 por una conexión con la centésima parte de la velocidad holandesa. Indígnese ante tamaño atentado contra nuestro ya esmirriado bolsillo que no podría competir jamás con el ingreso promedio del japonés o del holandés. La cosa es peor si comparamos el precio que en otros países europeos y asiáticos se paga por una conexión de una mega. Suecia, que es el país europeo donde menos cuesta, cobra $us 0,70 por mega. Corea del Sur, que comparte esa actitud en Asia, cobra $us 0,37. Si en Bolivia quisiéramos adquirir este servicio con esa velocidad tendríamos que pagar poco menos de $us 200. Sí, uno de los países más pobres de América Latina tiene una de las tarifas más altas del mundo.

Los países en los que la población utiliza la maravillosa herramienta que es internet en un mayor porcentaje —entre 80 y 85%— son Holanda, Noruega, Islandia y Suecia en Europa. En Asia son Corea del Sur, Hong Kong y Japón —entre 70 y 78%—. En América del Sur, Chile y Argentina andan por el 50%, mientras que Colombia y Uruguay bordean el 40%. Bolivia, claro está, no supera el 10%, compitiendo con el Paraguay el último lugar con datos de junio de este año.

Es decir, nuestro supuestamente riquísimo país en realidad paupérrimo hace imposible que contemos con un servicio imprescindible para la educación, el desarrollo y la comunicación. Entel tiene un anillo de fibra óptica que pasa por siete de las nueve capitales de departamento y muchas ciudades intermedias, pero sólo usamos una décima parte de esa capacidad instalada. Como ahora es una empresa estatal ya no existe razón alguna que dificulte expandir muy agresivamente la penetración de internet, vender este servicio a precios que sean razonables y contar con sus potencialidades educativas para un desarrollo humano sostenible. El Estado no lo hace. ¿Cómo explicarse el absurdo si no es por elementales razones combinadas de ineficiencia, ignorancia y soberbia? Entel no se expande, nadie sabe por qué y a nadie le importa.

Las Tecnologías de la Información y la Comunicación no son un avance tecnológico más. La brecha digital da origen a nuevas formas de desigualdad estructural dentro de la sociedad y entre países porque profundizaremos sustancialmente nuestra poca capacidad de autodeterminación y no podremos dar saltos cualitativos en el desarrollo inmediato ni en el estratégico. Como el sector público juega un papel fundamental en el proceso de digitalización porque debe generar condiciones y políticas, mientras no asuma su responsabilidad la brecha digital seguirá ampliándose y su reversión será cada día —aquí se habla de cortísimos plazos— más difícil y más compleja.

Hoy ya se trabaja con la segunda generación web. Quienes han reflexionado sobre ese salto coinciden en que se trata de un cambio de actitud —una especie de vocación de redes sociales para intercambiar experiencias innovadoras— y una reconfiguración ideológica de la organización y uso de la web. Los usuarios de los recursos de comunicación han establecido comunidades virtuales que permiten el intercambio entre ellos sin mediación alguna, léase, sin dependencia. Y de lo que nosotros apenas somos, como país, un testigo con la boca abierta llena de moscas.

* Especialista en educación

losoficios.wordpress.com