Cuando nos llega la muerte, hecho inevitable en esta vida, no sabemos hacia donde vamos. ¿Alguno de ustedes puede afirmarlo con certeza? Tenemos a los que dicen que cuando nos morimos se termina todo, que no exista nada más allá de este plano. Y cuando uno les pregunta ¿Pueden puede afirmarlo con total seguridad? ¿Están completamente seguro para garantizarlo? ¿Realmente se termina todo? ¿Cómo lo saben si nunca estuvieron muertos? La gran mayoría de los que hablan de esta manera, se quedan perplejos, no pueden afirmarlo porque en verdad no saben nada, se tratan de todas suposiciones. Tampoco sé nada, escribo desde una total ignorancia.
También existen todas las religiones que proliferaron por todas partes, afirmando a viva voz el grito de la verdad, para poder dilucidar la cuestión del TEMOR que nos ocasiona la realidad de morir. Algunos dicen que las escrituras afirman que alguien dijo tal cosa, que cuando nos morimos vamos al cielo si nos portamos bien o al infierno si nos portamos mal. Otros creen que, al morir, reencarnamos en otra vida; y otros creen en otras cosas y asi hasta el infinito. Estamos rodeados de invenciones que parten del pensar humano para al menos tener una creencia en algo y así tener un poco de consuelo. Por mas que digan lo que digan, quienes afirman que es como ellos creen que es, internamente suponen que podría llegar a ser así; pero nadie lo sabe de manera real y concreta. Y ese MIEDO ancestral que le tenemos a la muerte es la base de todas nuestras angustias en la vida.
Personalmente, la única certeza verdadera que tengo es la de mi propia muerte y la de todas las personas que se encuentran en este momento sobre la faz de la tierra y del espacio, todos vamos a morir. Esa es la realidad. Entonces como la muerte es mi fiel compañera, porque me acompaña a todos lados. Tocándome el hombro me chista, me recuerda el valor de la vida para que no me olvide de vivirla ni por un segundo: ¡Vivo intensamente! Ella me enseña a sentirme Vivo.
Podría ponerme a repetir las mismas consignas de siempre que argumentan las diferentes religiones, repitiendo hasta el cansancio, y toda repetición se torna mecánica, y una mente que es así, no tiene plasticidad para poder dilucidar con claridad: solo repite lo que otros han dicho alguna vez como algo verdadero. No es nuestro descubrimiento, creemos lo que otros nos dicen porque es es más fácil que ponermos a investigar por nosotros mismos. Nos dan la papilla en la boca, así y todo, el miedo persiste.
Cuando quiero saber sobre la Verdad, no recurro a mi pensamiento, porque no hará más que pensar, pensar y pensar, dará millones de vueltas para encontrarle un sentido a todo esto; y puedo escribir muchas palabras al respecto, decir muchas cosas, pero solo serán teorías elaboradas por el pensar. Ahora, cuando me quedo en silencio y comienzo a descartar todo lo archivado en mi memoria, y me hago la pregunta esencial que todo ser humano se ha hecho a través del tiempo, y me la respondo desde el corazón: allí surge la Verdad, que además no puedo afirmarla porque nada sé. Su morada existe en ese punto clave del hombre. Y si comenzará a hablar o escribir todo lo que he descubierto con respecto a la verdad, no haría más que incitar a otros para que crean en mi palabra, y para que repitan mis palabras. Y no me interesa en absoluto. Nadie tiene que creer en todo lo que pueda llegar a decir, porque además esa verdad que he visto, no puede ser expresada en palabras; porque explicar algo que no tiene explicación es un desgaste total de energías. Mucho más querer imponerlo por la fuerza, como han hecho ciertas religiones. Matando y quemando a todos aquellos que pensaban diferente. Seguramente que, si hubiese nacido en otra época, en este momento estarían quemándome, de eso no tengo dudas. Cuando alguién cree en otra persona, deja de ser auténtico y no tendrá la oportunidad de descubrir por sí misma. Con respecto a la cuestión de la muerte no puedo decir nada, porque a pesar de saber que hay Algo, tampoco puedo afirmar nada, porque no lo sé. La respuesta existe en mi corazón, la respuesta existe en su corazón. Y si alguién creyera en lo que yo creo, su mente estaría siendo condicionada por mi creencia, entonces no sería una persona libre, estaría atado. Como lo están millones de seres humanos, encadenados a pesados dogmas que limitan la visión interna de la humanidad.
Creo y siento desde la profundidad de mis entrañas, que, cuando la gente comience a indagar y descubran la Verdad por ellos mismos, a todos aquellos que dicen ser los representantes de Dios sobre la tierra, se les termina el negocio. Una persona que desubre la Verdad, deja de tener miedo porque sabe que no pasa nada, que todo está como tiene que estar, que la comprensión de la vida trae aparejada la comprensión de la muerte. Entonces se termina la angustia existencial.
Cuando el hombre despierte del sueño colectivo, todos los templos serán de todos, no habrá diferencia entre una mezquita o un templo budista o una iglesia católica o lo que fuere. La sabiduría estará al alcance de todos aquellos que buscan más allá de lo conocido y ha sido impuesto por siglos de adoctrinamiento mental. La gente será libre, se les quitarán los grilletes de la supuesta verdad. Cada uno tendrá su propia religión, no seguirán a nadie. Se terminará el poder opresivo de aquellos que ostentan a viva voz el grito de la verdad. Se quitarán todos los símbolos religiosos, y los templos serán de nadie, todos podrán ir a donde quieran, rezar, orar, meditar, en todos los edificios religiosos que estarán abiertos para todos aquellos que tengan ganas de hacerlo. Se terminarán todas las disputas, las guerras sangrientas por querer defender e imponer la verdad que cada uno dice tener. La verdadera revolución, será la de ser cada uno su propia religión, actuando con sabiduría y amor.
Juan Pomponio - Ranelagh - 22 de septiembre de 2009