Un antiulceroso es utilizado sin control para interrumpir embarazos.
Lo usan más jovencitas
Consumo: las adolescentes son quienes más adquieren el fármaco
El fármaco fue lanzado al mercado como tratamiento contra las úlceras estomacales y cada comprimido cuesta alrededor de 10 bolivianos. En los consultorios clandestinos en los que realizan legrados, cuatro unidades son ofertadas a más de 300 bolivianos.
Los “abortistas” están preocupados. Desde hace un año, sus ganancias mensuales por la práctica de la interrupción ilegal de embarazos merman, debido a la aparición en el mercado farmacéutico de un medicamento que si bien fue aprobado como antiulceroso, su “otro” uso se popularizó entre las jovencitas de entre 15 y 18 años como abortivo.
Es de fácil alcance —se lo encuentra en cualquier farmacia de la ciudad— y es más barato que las intervenciones invasivas con fines de aborto, como la aspiración o el raspaje, que en La Paz se ofertan desde 200 hasta más de 2.000 bolivianos. En tanto, el fármaco demanda una inversión de, más o menos, 48 bolivianos.
Se trata de C., un medicamento que puede detener una gestación de hasta de tres meses. Uno de los laboratorios que lo distribuye en el país es Pfizer. La Prensa se abstiene de revelar el nombre de éste, para no contribuir a su fácil adquisición y uso contraindicado, que, como se verá más adelante, puede comprometer gravemente la salud.
El médico general Miguel Ángel Salvatierra explica que el comprimido es un protector de la mucosa gástrica, está indicado para el tratamiento de úlceras gástricas y duodenales. Empero, también es utilizado para la inducción de partos, debido a que contiene un químico que provoca la dilatación del cuello uterino antes del alumbramiento.
Si se lo utiliza durante un embarazo de no más de tres meses, provoca hemorragias que pueden terminar con la expulsión del embrión. De ahí que está contraindicado para mujeres gestantes.
La falta de información y la ingestión en dosis inadecuadas incrementan los riesgos para quienes adquieren la pastilla con fines abortivos, en su mayoría menores de edad, según el citado médico, un obstetra, dos farmacéuticos y tres abortistas con los que conversó La Prensa.
“Los jóvenes que compran C. desconocen que les puede provocar sangrados peligrosos y a veces puede dejar restos fetales en el útero, por lo que hay que hacer un raspaje para limpiarlo, a fin de que la paciente no muera de una infección generalizada”, advierte el obstetra Ramiro Meneses, consultado sobre los peligros de ese “otro” uso.
El jefe de la Unidad de Medicamentos del Ministerio de Salud, Amílcar Rada, sostiene que C. es un producto legal registrado como protector gástrico, empero, conoce que en el país se generó un comercio clandestino por su efecto abortivo.
Admite que esa instancia no puede controlar la oferta y demanda del fármaco, ya que los mecanismos ilegales y las estadísticas del aborto crearon un subregistro desconocido. El Ministerio sólo apela a la ética de los farmacéuticos.
Pero la venta subterránea del producto afectó a otro ámbito, al de los abortistas. “Esa pildorita está perjudicando a quienes hacemos abortos, porque es (un método) más barato”, comenta A.R., ginecólogo obstetra que se dedica a esta práctica por 1.600 bolivianos. Dice que el bajo costo y el fácil acceso que se tiene a C. dejó en desventaja a su “negocio”, que tiene lugar en una clínica privada de la ciudad.
Joven e inexperta
“¿Tiene esa pastillita que sirve para abortar?”, es una de las consultas que varios adolescentes hicieron a M.L. en su farmacia, ubicada en Villa Dolores, de la ciudad de El Alto. “Incluso llegaron a decirme: ‘¿Cómo tengo que tomarla?’ En esos casos no sólo les niego el producto, también les riño”.
La boticaria informa que, cada mes, al menos 10 clientes acuden a su local en busca de los comprimidos. De ellos, calcula que alrededor de siete tienen entre 15 y 18 años, aunque alguna vez observó a jovencitas de unos 14.
Además, de ese total, unos nueve lo adquieren por su función abortiva, dice M.L., a quien le es fácil identificarlos: el tratamiento contra las úlceras obliga a comprar, por lo menos, un paquete de 28 unidades de C. para una prescripción de tres a seis meses; cuando se quiere interrumpir un embarazo, se solicitan cuatro unidades, que es la dosis para inducir a la expulsión del embrión.
A.M. coincide con M.L.con relación a la juventud de los clientes. A su farmacia, ubicada en pleno centro de la ciudad de La Paz, alrededor de 15 personas se acercan al mes en busca del C. De ellas, unas 12 tienen entre 16 y 18 años.
Menciona que quienes necesitan el fármaco C. por su fin antiulceroso, suelen mostrar la receta médica, a diferencia del segundo grupo. Él, como la mayoría de quienes regentan una botica, no la exige.
La Prensa recorrió 14 droguerías de las zonas Norte y Central de La Paz en busca del C.; de ellas, sólo cuatro pidieron orden médica, y el resto, no.
Rada aclara que, si bien la venta del C. es legal, debe hacérsela bajo prescripción de un galeno. Añade que el Ministerio no puede fiscalizar la cantidad de C. que se vende, pues no es de “receta archivada” —como los psicotrópicos—, procedimiento que obliga a los farmacéuticos a presentar al Ministerio la receta dejada por el comprador, con lo que se ejerce control de cuánto y en qué casos de expendió un fármaco, para que no haya una venta informal de éste.
El “negocio”
En el marco de esa falta de control es que se propaga el uso del C. con fines abortivos. “Hasta las jovencitas tienen acceso a esas pastillas (C) en las farmacias, saben que son más baratas que un aborto en quirófano”, dice A.R., quien realiza el trabajo en una clínica privada, con la intervención de un anestesiólogo; él no labora con el fármaco, pues económicamente no le conviene.
La unidad de C. oscila entre 10 y 14 bolivianos; el paquete para tratamiento gástrico consta de 28 comprimidos y cuesta entre 280 y 330 bolivianos. Quien busca interrumpir un embarazo, no necesita más de cuatro.
Pero los “abortistas” aprovechan la premura y perturbación de quien se encuentra “en apuros” para sacar su ganancia. A parte de A.R., este medio habló con otros tres, dos de la zona Norte, y R.T., de El Alto.
Uno de los operadores, cuyo “consultorio” está en la calle Tumusla, desconocía el uso de la píldora, él sigue trabajando con los métodos “tradicionales” (aspiración y raspaje). El segundo la ofrece como parte del paquete de su ilegal servicio, que incluye además de estas dos prácticas, a 700 bolivianos, una dosis de cuatro comprimidos de C., a 450 bolivianos.
R.T. no terminó sus estudios de Medicina, pero igual hace abortos en la Ceja de El Alto a 500 bolivianos; él ofrece las pastillas a 300 bolivianos. “Más vienen ‘changuitas’ de colegio, aunque también cholitas. La mayoría prefiere tomar píldoras; les da menos miedo y es más barato”.
En razón de esa preferencia, él accedió a “trabajar” también con el C., pues al principio se negaba a hacerlo porque económicamente no le era rentable. De las 20 mujeres que atiende al mes, unas 13 prefieren el C., según revela. “Si bien vendo las pastilla con una diferencia en el precio (más caro), bajó la demanda de aspiraciones, que era lo que más rédito me daba”.
Hemorragia, al acecho
Una infección uterina puede matar a una mujer gestante que ha tomado los comprimidos sin supervisión médica, extremo que la mayoría de las consumidoras ignora al adquirirlos, advierte el obstetra Ramiro Meneses, quien apunta que no siempre sucede la expulsión del embrión.
El galeno sostiene que la carencia de información veraz es el primer peligro de tomar el C. como método de inducción al aborto. Éste puede provocar una severa hemorragia, acompañada de intensos dolores lumbares.
Por su parte, el médico general Miguel Ángel Salvatierra sostiene que, “como la mayoría de quienes recurren a la pastilla es menor de edad, no toma recaudos en informarse y no se atreve a consultar, debido al embarazo no planificado a esa edad”.
En ese sentido, en internet proliferan foros en los que los jóvenes se aconsejan entre sí sobre qué hacer en caso de un embarazo no deseado. Asimismo, abundan los anuncios de venta del C.
Salvatierra añade que si se recurre a este fármaco en una gestación de más de tres meses, es difícil lograr la expulsión del feto: “Nada asegura que el efecto abortivo se cumpla al 100 por ciento”. En ese caso, quedan restos fetales en el útero, que pueden generar infección, fiebre, hemorragia y hasta la muerte de la mujer”.
Sobre el particular, R.T. defiende su negocio y argumenta: “Cuando eligen la pastilla, yo les indico bien cómo tomarla. De ahí en adelante, lo que suceda ya es asunto de ellas”.
Amplia oferta virtual
La red internet es un espacio abierto para la publicidad del C., aprobado para el tratamiento contra las úlceras gástricas y duodenales, pero es cada vez más empleado como abortivo. Los anuncios sobre él en Bolivia tienen dos características: sobreprecio de al menos 100 bolivianos con relación a su venta en farmacias locales y falta de información acerca de los riesgos para quienes le den ese “otro” uso.
Por lo menos cinco páginas web de Bolivia ofertan el comprimido; una de ellas, a 20 dólares (170 bolivianos) cada unidad y otra a 200 bolivianos por cuatro, la dosis para realizar el aborto. En las farmacias, este fármaco tiene un costo que oscila entre 10 y 12 bolivianos, por lo que la dosis abortiva de cuatro píldoras vale alrededor de 48 bolivianos.
El responsable de la Unidad de Medicamentos del Ministerio de Salud, Amílcar Rada, explica que la publicidad en internet aún no puede ser controlada, sancionada o censurada, debido a que no existe normativa alguna que establezca las reglas del uso de esa herramienta informática. “Por fortuna, ya se está trabajando un proyecto de ley que norme ese espacio”.
Dichos anuncios incluyen correos electrónicos y números telefónicos a los cuales llamar, el procedimiento de la ingesta y hasta los efectos secundarios. Sin embargo, ninguno expone los riesgos verdaderos, como la posibilidad de que ese método deje restos fetales en el útero.
Efectos y riesgos
Restos
El obstetra Ramiro Meneses advierte de que la pastilla C. no siempre logra la expulsión del feto en un 100 por ciento, por lo que se hace un legrado —raspaje del útero— para retirar los restos. Cuando éstos quedan en el órgano, se genera una infección que puede desencadenar un daño generalizado y matar a la paciente.
Cuidado
La píldora para el tratamiento de úlceras gástricas y duodenales C. no puede ser empleada en pacientes que usen el método anticonceptivo del DIU ni en quienes sufren enfermedades crónicas, como anemia, debido al riesgo de hemorragia. Las personas que padecen estas afecciones deben abstenerse de tomarla.
Cólicos
La mujer que ha ingerido el C. debe saber que puede sufrir cólicos y dolores abdominales muy fuertes, mayores a los de la etapa premenstrual, detalla el médico Miguel Ángel Salvatierra. Explica que mientras más avanzada esté la gestación, más severos son esos efectos y la salud está más comprometida.
Invariable
Si después de 15 horas de haber tomado el fármaco no ocurrió ningún sangrado, quiere decir que el embarazo continúa. En ese caso, la mujer ha puesto en riesgo la salud del bebé, pues éste puede nacer con malformaciones o problemas nerviosos. Es urgente que la mujer acuda a un médico.
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