lunes, 14 de septiembre de 2009

Eternas e imitadas tonterías (Rodrigo Antezana)

Estaba muy a gusto con las ponencias presentadas dentro del 4º Foro de Escritores Bolivianos, organizado por la fundación Simón I. Patiño—y aprovecho para felicitar a todos los involucrados en la organización del mismo—, hasta que le tocó el turno a Oscar Rivera. Pude soportar la intervención de Rivera por un tiempo, tenía curiosidad por uno de los autores que debía abordar; sin embargo, sus tonterías y comentarios necios, siendo muy suave, no tardaron en ahuyentarme. Me vi obligado a abandonar la sala, lamentando mucho que Oscar Rivera seguiría ahí, difundiendo sus sandeces desde la tribuna. Qué triste. Rivera, docente en Tennesse, EE.UU., corazón del imperialismo, vino con un discurso calcado de los marxistas rococó, haciendo uso del término acuñado por Tom Wolfe en su magnífico ensayo ‘En el país de los marxistas rococó’. Por lo que Rivera no puede ni siquiera reclamar la autoría de sus rebuznos.

Oscar habló de los quinientos años, como buena plañidera. Ya saben, esos quinientos años de conquista, explotación y esas cosas. Esta mala noción está tan extendida que algunos entre los lectores se deben estar preguntando cuál es el problema. Conviene comenzar por la tangente, ¿ha oído usted hablar de los setecientos años de ocupación árabe?, ¿los cien años de genocidio mongol?, ¿los trescientos de la Horda de Oro?, ¿los tres siglos de dominación Manchú?, claro que sí, ¿no? Vaya, tal vez se deba a que estos hechos y fechas son, como dicen los ignorantes, muy lejanos a nuestra realidad, y yo deba buscar ejemplos ‘más locales’. Claro. Ahora sí, no podrá usted, boliviano, negar que le han informado de los seiscientos años, décadas más, décadas menos, de la resistencia aimara, ¿verdad?, habrá, como mínimo, leído sobre los siete siglos de la defensa oriental ante la invasión quechua, o lamentado el genocidio puquina, llorado por la esclavitud de los Urus, ¿no ve? Sé que no.

Las preguntas hacen referencia a guerras y ocupaciones, varias, más prolongadas que los tan cacareados 500 años. Ninguna de ellas se menciona o celebra con tanto patetismo como los quinientos años. Es innegable que el descubrimiento de América, y su posterior ocupación por los poderes europeos, tienen sus particularidades, a la vez que siguen siendo más de lo mismo: guerra. Actividad que ha guiado a la humanidad hasta fechas muy recientes. La única diferencia entre la brutal agresión del imperio Inca, que sufría Sudamérica, y la española, es que los españoles pelearon mejor. Ningún puñado de hombres conquista un imperio, por muy superioridad técnica que tengan, sin el apoyo de fuerzas locales. Pizarro y los suyos derrotaron a los incas, como lo hiciera Cortez en México, esto es, buscando todo el apoyo posible entre los oprimidos, y aliándose con todos los dispuestos a hacerlo. O sea, la culpa no es sólo del otro. Historia conocida.

Y Pizarro y los suyos no hicieron nada diferente a lo que los incas venían haciendo, invadir, matar y conquistar, ni tuvieron más brutalidad que los aimaras, que habían esclavizado a los Urus y prácticamente aniquilado a los Puquinas. Antes de la llegada española al continente, en el norte, la guerra era una actividad común entre los ‘bravos’, como lo fue en el sur, donde ya la cultura de Paracas (700 – 200 A. de C.) exhibía en su arte a sus guerreros sosteniendo las cabezas—sólo las cabezas—de sus enemigos. Entonces, si la guerra, ocupaciones e invasiones, fueron tan comunes a lo largo de la historia, aquí como en el resto del mundo, ¿por qué sólo se lloriquea en Latinoamérica? La respuesta más directa, clara y sincera, sería: por incompetentes, por imitar el mal conocimiento de otros, como lo hace el señor Oscar Rivera.

Verán, pese a quien le pese, Europa se erigió como el centro del mundo desde el final de la edad media (1453), a partir de estos años, en el continente, surgiría poco a poco, un orgullo y una civilización que conquistaría el mundo. Dado que el encontrarse con razas muy distintas a la suya, la denominada caucásica, les hizo darse cuenta de lo que ellos tenían en común, esto también provocó ignorantes y simplistas teorías racistas. Británicos, franceses, holandeses y rusos, manejaron todos, en el siglo XIX, ideas de este tipo. El racismo es difícil de erradicar, y si bien podemos perdonar la ignorancia de estos humanos de hace dos siglos, no deberíamos tener tanta tolerancia para los mensos de hoy en día. Con la caída de los imperios europeos, surgió una moda dentro de Europa, una racista, la de auto flagelarse, culpándose por los males del mundo. Toda esta desubicada retórica, de la que los 500 años de sufrimiento americano es sólo una parte, se debe al racismo inherente en la cultura europea. En su período de dominación, los europeos, en muchos casos, le quitaron a los no-europeos la posibilidad de ser sujetos. Tras su retirada, los europeos todavía rehúsan otorgarles esta posibilidad. O sea, lo que sucede es una reducción de la visión de mundo, donde sólo el blanco puede ser sujeto, cuando hace, o le hacen daño.

Al otorgarse los males del mundo, lo que hicieron algunos intelectuales europeos fue negarle al otro la posibilidad de ser sujeto. Además, te das importancia como ‘actor’ de la historia; aunque sea para lloriquear el mea culpa. Comprendo que los Europeos vean el mundo sólo desde su participación, todos tenemos una noción egocéntrica de la realidad, lo que no entiendo es por qué nosotros debamos hacer lo mismo. Teniendo tantas tonterías propias, ¿es necesario importar tonterías?, ¿no somos capaces de un mínimo discernimiento? Por el momento, como lo demuestra el mono Rivera, la respuesta es: No. Por difundir ideas torpes, hago la solicitud pública, a la fundación Patiño, de no incluir en su memoria del 4º Foro a la participación de Oscar Rivera. Como no estamos en un tiempo que escuche razones y/o argumentos, supongo que no me harán caso. Espero que alguno de ustedes, sí.
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