lunes, 14 de septiembre de 2009

Las presidenciales de 2009: diversidad democrática en América Latina (Patricio Navia)

Las presidenciales de 2009: diversidad democrática en América Latina (Patricio Navia)


EL ANÁLISIS DE INFOLATAM



Nueva York, 14 de septiembre de 2009.- (Especial para Infolatam).- Si hace cuatro años la gran noticia en América Latina fue el supuesto giro a la izquierda que tomaron los electores en la seguidilla de elecciones presidenciales que se iniciaron con la contienda de Honduras en noviembre de 2005, la temporada electoral que pronto se inicia evidencia que la calidad de la democracia varía de país en país y que los votantes de América Latina toman sus decisiones a partir de las realidades nacionales y no como una masa que coordinadamente gira hacia la izquierda o a la derecha. (sigue)

Cuando termine 2009, 6 países de América Latina habrán celebrado elecciones presidenciales. El Salvador, en marzo, y Ecuador, en abril, ya votaron. Los otros cuatro lo harán a partir de fines de octubre. Uruguay va a las urnas el 25 de octubre, Honduras—si las cosas se solucionan—tendrá una elección reconocida por el mundo el 29 de noviembre. Bolivia y Chile tendrán la primera vuelta el 6 y el 13 de diciembre respectivamente.

En El Salvador, los votantes escogieron a Mauricio Funes, un líder moderado que iba como candidato del partido tradicional de izquierda, el FMLN. Además, como su partido no tiene mayoría absoluta en el Congreso, y la oposición controla la ciudad capital, Funes ha debido buscar consensos para gobernar. Los votantes de El Salvador dieron un giro a la izquierda respecto a los últimos 20 años, pero fue un giro suave y poco traumático.

En Ecuador, el electorado votó por la continuidad. El presidente Rafael Correa, electo en 2006, ganó un primer periodo bajo la nueva constitución de 2008. Si bien Correa mantiene políticas de izquierda, su retórica es mucho más izquierdista que sus políticas. Correa ha sido mucho más moderado y pragmático en temas clave de lo que temían sus peores adversarios. Es más, con Correa, Ecuador ha vivido una estabilidad, pese a todo el proceso que culminó en una nueva constitución, que el país no tenía en más de una década.

Si bien las democracias de El Salvador y Ecuador presentan problemas y desafíos, parece apropiado decir que en ambos casos la institucionalidad hoy es más fuerte que hace años.

En Uruguay y Chile, las elecciones presidenciales evidenciarán la mayor solidez de esas democracias. Independiente de si ganan las gobernantes coaliciones de izquierda o si los candidatos de derecha se hacen con el poder, nadie espera que Uruguay o Chile cambien sustancialmente el rumbo de desarrollo con políticas amigables al mercado—más Chile que Uruguay—que han venido adoptando en las últimas dos décadas. El hecho que las elecciones no constituyan noticias alarmantes refleja el buen estado de sus democracias. Ciertamente hay interés por saber quién ganara, pero ni Chile ni Uruguay se juegan su estabilidad y su rumbo de políticas económicas en sus próximas contiendas presidenciales.

La situación de Bolivia es de dulce y de agraz. El Presidente Evo Morales parece encaminado a una fácil victoria. Será el primer presidente que logra una re-elección democrática en un país históricamente marcado por divisiones e inestabilidad. El tener estabilidad es una buena señal, sobre todo porque se da en un contexto democrático. Morales se ha sometido a las reglas del juego democrático y ha ganado elecciones. Ahora bien, por la propia decisión de Morales de convertirse en el presidente de los indígenas en vez de aspirar a ser el mandatario de todos los bolivianos, y por los errores de una oposición que parece más interesada en potenciar las autonomías de los departamentos rebeldes que en construir una alternativa nacional, Bolivia avanza hacia un equilibrio de partido único, o al menos partido dominante. El MAS, que lidera Morales, tiene el apoyo mayoritario de la inmensa mayoría indígena. A menos que aparezca un partido de oposición que busque competirle al MAS los sectores indígenas—y para ello se haga cargo de algunas reivindicaciones de esa mayoría tradicionalmente marginada—la democracia boliviana carecerá de una de las condiciones necesarias para su supervivencia, la posibilidad de alternancia en el poder. Por eso, la gran incógnita en la elección boliviana es si la oposición será capaz de unirse tras una candidatura de consenso que desafíe a Morales. Si no lo hace, la democracia boliviana se sustentará sobre un supuesto peligroso, que no hay alternativas reales al MAS.

El ampliamente discutido caso de Honduras parece el más preocupante. A menos que las partes en conflicto se pongan de acuerdo en realizar elecciones reconocidas por todos y aceptadas por la comunidad internacional, la anómala situación de ese país se mantendrá más allá del que debió ser el fin del periodo presidencial de Manuel Zelaya en enero de 2010.

Estos seis casos demuestran que parece antojadizo hablar de giros a la derecha o a la izquierda en América Latina. Estos países van en puntos muy diferentes de la ruta hacia la consolidación democrática. En Chile, Uruguay y en menor medida El Salvador las elecciones no son asuntos de vida o muerte. Los giros que tomen esas democracias no son curvas peligrosas en un camino cada vez más seguro hacia la consolidación democrática. En Ecuador y Bolivia los electores parecen tener pocas opciones para escoger. Los giros hacia la izquierda o la derecha parecen más patrimonio del partido y el líder en el poder que de la gente. Ya que no hay una oposición fuerte que aparezca como alternativa, la elección sólo sirve para expresar apoyo o descontento con las autoridades, pero no para escoger nuevos líderes.

Tal vez por eso resulte también excesivo el temor al contagio que algunos dicen tener respecto al golpe en Honduras. Sea quien fuera el responsable final de la crisis democrática en ese país, la salida forzada de Manuel Zelaya del poder fue un fenómeno que difícilmente se podría repetir en países donde no existe el nivel de tensión y polarización institucional que existía en Honduras antes del golpe.

Tal vez la mejor noticia de las presidenciales de 2009 en América latina es que el temido efecto contagio que lleve a América Latina a girar como un todo a la izquierda o a la derecha no existirá y que cada país votará de acuerdo a las oportunidades y fortalezas que ofrecen sus diversas democracias. Ubicadas en distintos puntos en el camino de consolidación democrática, los giros de cada país no pueden ser interpretados como mareas que evidencian un sentimiento generalizado en la región.

Fuente: http://www.infolatam.com/entrada/las_presidenciales_de_2009_diversidad_de-16035.html