La polarización de la política promovida por el oficialismo como estrategia de posicionamiento fue exitosa. Resulta que una gran mayoría de la población gradualmente deja de mirar la realidad y la sustituye por las representaciones de realidad que el Gobierno construye a través de los medios hasta llegar a un punto en el que los spots televisivos y discursos políticos son la ratificación de que “estamos mejor”.
Por supuesto, quedan otros más realistas pero dispuestos a mantener sus tradiciones que dicen: “Los otros también robaban, al menos ahora alguito nos llega”; algunos creen que es mejor “acomodarse” porque creen que “tira para rato”, y como se afirmó entre ciertas filas empresariales: “Al menos seremos los últimos en la lista” y se vuelven funcionales. Hay unos cuantos que nunca creyeron que aquí había cambio y los hay de izquierda y de derecha. Hay otros que no les interesa si hay o no cambio mientras sus intereses sigan intactos, y estamos los que creímos que era posible el cambio y le apostamos para arribar a un doloroso desencantamiento, lo que no impide mantener los mismos criterios de evaluación que siempre aplicamos —a los de antes y a los de ahora— para determinar si el Gobierno es un buen gobierno (más allá de si nos guste o no), si la oposición es una buena oposición (más allá de cuánto nos disguste), si los partidos o los sindicatos cumplen sus funciones, si el cambio de tipo de registro en el padrón garantiza que sea confiable, etc., etc.
Qué se ve: siguen los oportunistas acomodándose en las listas no por principios o por un proyecto, sino porque sigue en boga la concepción del “Estado-botín” —nuevos piratas con las mismas y viejas prácticas—; sigue la gente “con precio” dispuesta a venderse, aunque unos cobran $us 5.000 por levantar la mano y otros cobran $us 9.000.000 para salir en las fotos; siguen los que cierran los ojos ante la corrupción mientras no afecte sus intereses; siguen los que se aprovechan del hambre de los pobres para manipularlos y usarlos; siguen los entornos de lacayos grandilocuentes que dicen lo que necesitan decir y hacen lo que hay que hacer para que los caudillos aspirantes a líderes dependan de ellos…
El escenario para diciembre incluye: el uso y abuso de recursos y bienes públicos por parte del Gobierno y un nuevo Órgano Electoral Plurinacional que deberá sancionar a sus candidatos —ja, ja, ja— y hasta puede inhabilitarlos —ja, ja, ja—; los delegados del OEP deben evitar el voto comunitario que va contra la ley y los derechos ciudadanos —ja, ja, ja—; deberán anular las mesas donde se presenten los “capataces electorales” —ja, ja, ja—; si se produce algún desorden, el OEP podrá convocar a la Policía o a las FFAA sin depender de los ministros de Gobierno y Defensa —ja, ja, ja, ja, ja, ja—; y si en algún punto del país la comunidad impide la campaña de algún candidato, allí no se instalarán mesas para votar —ja, ja, ja—; se suman los observadores, quienes sólo pueden ir a mirar donde no hay lío, porque de lo contrario corren el riesgo de ser linchados.
La crisis en pleno. La única manera de no contribuir al acabose es participar, ir a votar y cuidar el voto, cada uno en su mesa, quedarse al recuento y fotografiar el resultado del escrutinio en su mesa. Esta vez el OEP tendrá que publicar los resultados por mesa y podremos compararlos con nuestras fotitos.
Fuente: La Prensa
01/11/09