domingo, 1 de noviembre de 2009

Las campañas de la crisis (Jimena Costa)

La polarización de la política promovida por el oficialismo como estrategia de posicionamiento fue exitosa. Resulta que una gran mayoría de la población gradualmente deja de mirar la realidad y la sustituye por las representaciones de realidad que el Gobierno construye a través de los medios hasta llegar a un punto en el que los spots televisivos y discursos políticos son la ratificación de que “estamos mejor”.

Por supuesto, quedan otros más realistas pero dispuestos a mantener sus tradiciones que dicen: “Los otros también robaban, al menos ahora alguito nos llega”; algunos creen que es mejor “acomodarse” porque creen que “tira para rato”, y como se afirmó entre ciertas filas empresariales: “Al menos seremos los últimos en la lista” y se vuelven funcionales. Hay unos cuantos que nunca creyeron que aquí había cambio y los hay de izquierda y de derecha. Hay otros que no les interesa si hay o no cambio mientras sus intereses sigan intactos, y estamos los que creímos que era posible el cambio y le apostamos para arribar a un doloroso desencantamiento, lo que no impide mantener los mismos criterios de evaluación que siempre aplicamos —a los de antes y a los de ahora— para determinar si el Gobierno es un buen gobierno (más allá de si nos guste o no), si la oposición es una buena oposición (más allá de cuánto nos disguste), si los partidos o los sindicatos cumplen sus funciones, si el cambio de tipo de registro en el padrón garantiza que sea confiable, etc., etc.

Qué se ve: siguen los oportunistas acomodándose en las listas no por principios o por un proyecto, sino porque sigue en boga la concepción del “Estado-botín” —nuevos piratas con las mismas y viejas prácticas—; sigue la gente “con precio” dispuesta a venderse, aunque unos cobran $us 5.000 por levantar la mano y otros cobran $us 9.000.000 para salir en las fotos; siguen los que cierran los ojos ante la corrupción mientras no afecte sus intereses; siguen los que se aprovechan del hambre de los pobres para manipularlos y usarlos; siguen los entornos de lacayos grandilocuentes que dicen lo que necesitan decir y hacen lo que hay que hacer para que los caudillos aspirantes a líderes dependan de ellos…

El escenario para diciembre incluye: el uso y abuso de recursos y bienes públicos por parte del Gobierno y un nuevo Órgano Electoral Plurinacional que deberá sancionar a sus candidatos —ja, ja, ja— y hasta puede inhabilitarlos —ja, ja, ja—; los delegados del OEP deben evitar el voto comunitario que va contra la ley y los derechos ciudadanos —ja, ja, ja—; deberán anular las mesas donde se presenten los “capataces electorales” —ja, ja, ja—; si se produce algún desorden, el OEP podrá convocar a la Policía o a las FFAA sin depender de los ministros de Gobierno y Defensa —ja, ja, ja, ja, ja, ja—; y si en algún punto del país la comunidad impide la campaña de algún candidato, allí no se instalarán mesas para votar —ja, ja, ja—; se suman los observadores, quienes sólo pueden ir a mirar donde no hay lío, porque de lo contrario corren el riesgo de ser linchados.

La crisis en pleno. La única manera de no contribuir al acabose es participar, ir a votar y cuidar el voto, cada uno en su mesa, quedarse al recuento y fotografiar el resultado del escrutinio en su mesa. Esta vez el OEP tendrá que publicar los resultados por mesa y podremos compararlos con nuestras fotitos.

Fuente: La Prensa
01/11/09