Medio ambiente: tarea de todos
El cambio hacia una concepción ecológica del desarrollo debe empezar en todos y cada uno de los ciudadanos.
Son complejas y tensas las relaciones que se plantean entre la naturaleza y las sociedades modernas. En Latinoamérica estas relaciones resultan aún más contradictorias por la dispersión de las políticas gubernamentales y las diversas actitudes de la comunidad frente a una paulatina depauperación del medioambiente.
En efecto, si sus habitantes originarios --aquellos a los que peyorativamente se denomina salvajes-- encontraron modos de desarrollar sus actividades en armonía con su entorno, no ha ocurrido lo mismo con las economías modernas que, en una visión unilateral de las cosas, sólo han concebido a la naturaleza como generadora de riquezas que, una vez explotadas, no vale la pena recuperar ni preservar.
Esa era también, hasta hace poco, una actitud tácita de los gobiernos; pero una vez que empezaron a avizorarse los peligros que acarrea la depredación del medioambiente (contaminación de las fuentes de agua, aniquilamiento de valiosas especies forestales y animales, cambios climáticos y una degradación general del entorno) cambiaron sus políticas y, en alguna medida, su modo de ponderar el valor de la naturaleza.
Pero hay que decir que ello no se tradujo en acciones específicas ni mucho menos coherentes. Mientras la contaminación y el smog movilizan a millones de personas en urbes como México D.F. o Santiago de Chile --casi al par que los movimientos ecologistas de Europa-- hay habitantes de otras zonas alejadas del mundanal ruido que no se inmutan cuando se les habla de los riesgos ecológicos. Para ellos, este es un problema cuya solución puede ser diferida indefinidamente.
Semejante actitud puede ser explicada porque, en Latinoamérica, la destrucción del medio ambiente no es uniforme y, aunque estuvo, y aún está, estrechamente asociada a la introducción de tecnologías ajenas a su tradición cultural, no ha generado todavía el daño suficiente -no ha quemado la casa, se podría decir simbólicamente- como para causar inquietud.
Bolivia, mientras tanto, está en riesgo de perder más de la mitad de su riqueza forestal en el plazo de ocho años. Los motivos son varios: el intenso chaqueo a fuego de amplias áreas de terreno virgen, la tala indiscriminada de valiosas especies forestales, una agricultura precaria que sobrevive en terrenos cada vez más empobrecidos y otras actividades erosivas, naturales y humanas, que contribuyen a esta desertización paulatina.
No es posible, sin embargo, solicitar un cambio de actitud a pueblos que libran diariamente una dura batalla por sobrevivir en condiciones adversas allí donde la leña es todavía la única fuente de energía, sin identificar a los grandes depredadores.
El cambio hacia una concepción ecológica del desarrollo debe empezar en todos y cada uno de los ciudadanos.
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