Las tensas relaciones con tres de nuestros vecinos hacen temer que el escenario diplomático se llevará buena parte de la atención colectiva
Como no podía ser de otro modo, dados los antecedentes del caso, las relaciones diplomáticas ente nuestro país y Perú han llegado a un punto muy cercano a la ruptura y todo hace prever que la tendencia del proceso que conduce al distanciamiento entre ambos países no ha hecho más que comenzar.
Los enfrentamientos ocurridos en país vecino hace algunos días que eran plenamente previsibles en vista de la firme decisión con que las organizaciones indígenas iniciaron una ofensiva contra una serie de disposiciones legales que las consideran contrarias a sus intereses. Lo hicieron en términos tan radicales que cerraron toda posibilidad de una solución negociada del conflicto, lo que puso en evidencia el afán de poner al gobierno de Alan García en una situación tan crítica que se ha puesto en riesgo su estabilidad.
Fue en ese contexto que Evo Morales hizo llegar una carta a las organizaciones indígenas peruanas instándolas a llevar su lucha al terreno de los enfrentamientos, para pasar “de la resistencia a la rebelión”, primero, y “de la rebelión a la revolución”, después. Que tal mensaje haya sido difundido precisamente cuando el conflicto ingresaba a su fase más álgida, ha sido interpretada por el gobierno peruano como un inadmisible acto de injerencia.
De manera casi simultánea, otro frente de conflictos se abrió en las relaciones con Paraguay a raíz de la incursión irregular en territorio paraguayo de fuerzas policiales bolivianas fuertemente armadas. Como ya es habitual, la primera reacción gubernamental consistió en negar tal extremo, pero las evidencias lo obligaron a reconocer que la gravísima contravención a normas internacionales sí se produjo.
A ello se suma la decisión del gobierno de Brasil de dar asilo a más de una centena de ciudadanos pandinos que están siendo perseguidos. La decisión del gobierno boliviano de rechazar tal decisión ha abierto otro factor de discordia, con lo que son tres de nuestros cinco vecinos los que enfrentan dificultades en sus relaciones con el nuestro.
Paradójicamente, en medio de tan conflictivo panorama, hay una gran excepción: las relaciones con Chile, que han alcanzado un nivel de armonía que no guarda relación alguna con la magnitud de los problemas que tenemos pendientes con ese país. Nunca antes un gobierno boliviano había actuado con tanta benevolencia a pesar de que nada se ha avanzado en la solución del tema marítimo.
Por lo que se ve, el frente externo será durante los próximos meses uno de los que más atención demande, lo que no parece incomodar a un gobierno que, tanto en el frente interno como en el externo, suele sacar buenos réditos de todo lo que lleve la marca del conflicto.
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