Tiwanaku y la reinvención del pasado
A este paso, nadie deberá sorprenderse si disparates como el del “año nuevo aymara” comienzan a multiplicarse al influjo de los cheques venezolanos
Como era previsible, dadas las dificultades que suelen encontrar en su camino todos los intentos de rescribir la historia de los pueblos, las investigaciones que se realizan en Tiwanaku han comenzado a ser motivo de agrias disputas entre los arqueólogos encargados de conducir las excavaciones y las autoridades “indígena originario campesinas” de la zona.
En lo que parece algo más que una casualidad, el día fijado para celebrar el año nuevo aymara fue el escogido por los comunarios del municipio Tiwanaku para intervenir el centro arqueológico y expulsar a los “intrusos” técnicos de la Unidad Nacional de Arqueología (Unar) que desde hace cinco años tenían a su cargo las excavaciones en la pirámide de Akapana como parte de un proyecto financiado por la CAF y Soboce.
Desde entonces, fue mucho lo que se avanzó en el proyecto de excavación y restauración de la pirámide de templo ceremonial tiwanakota, cuya construcción, según los datos arrojados por las investigaciones, se remonta al año del 1.200 aC. Desde que se iniciaron los trabajos se excavaron alrededor de 8.000 metros cuadrados y se restauraron 3.600. Se hallaron unas cien tumbas en las que se conservan vestigios de entierros rituales, además de miles de piezas de cerámica y piedras talladas, pero nada que satisfaga las expectativas de las autoridades “originarias”.
Pese a la enormidad de la tarea, que contrasta con lo exiguos que son los recursos económicos disponibles, los trabajos estaban bien encaminados y muchos de los principales centros especializados en investigaciones arqueológicas del mundo expresaron su interés en colaborar en el proyecto. Desgraciadamente, como en otros casos, la fatal combinación de ignorancia y mezquindad impidió la participación de gente que exige un mínimo de seriedad.
A pesar de todo, había motivos para alentar la esperanza en la posibilidad de que la pirámide de Akapana, poco a poco, salga a la luz desde el fondo de la tierra y de los siglos para dar testimonio de los logros de quienes construyeron Tiwanaku. Esperanzas que se van desvaneciendo a medida que el asunto cae en manos de quienes han decidido que la historia sea escrita no a la luz de los instrumentos que da la ciencia moderna, sino en función a una “reinvención del pasado” que, obviamente, resulta incompatible con el rigor científico.
En ese contexto, no es sorprendente que los arqueólogos de Unar hayan sido expulsados de Tiwanaku y su lugar ocupado por quienes estén mejor dispuestos a reescribir la historia según las conveniencias propagandísticas del momento. A este paso, nadie deberá sorprenderse si disparates como el del “año nuevo aymara” comienzan a multiplicarse al influjo de los cheques venezolanos que son ahora los que financian las excavaciones de Tiwanaku.
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