El norteamericano Melvin Bohan –que hizo una consultoría sobre la situación de Bolivia en los años 40 del pasado siglo, por encargo del gobierno boliviano—se adelantó en el tiempo a la famosa frase de don Víctor Paz Estensoro cuando dijo que el país se nos estaba muriendo. Efectivamente, la misión Bohan concluyó que el país andino minero había caducado y que si Bolivia quería sobrevivir tenía que volcarse hacia el oriente; debía zafarse de sus montañas e incorporar a la nacionalidad más del 60 por ciento del territorio patrio que corresponden a las tierras bajas.
Estamos a mediados del siglo XX Bolivia se presenta ante el mundo como un país encerrado por sus propias montañas porque la política andinocentrista que ha manejado el país desde su creación le ha dado sistemáticamente la espalda a las tierras bajas. En esa época un país de poco más de tres millones de habitantes, de los cuales el 66% vive en el campo. La ciudad de La Paz es la sede del gobierno y la más importante del país con poco menos de 350.000 habitantes. La economía está en crisis, pues no hemos logrado cubrir los requerimientos alimentarios y la minería, que es la principal fuente de ingresos, está en manos de los llamados “barones” del estaño. Esta crisis va a provocar la revolución de 1952, liderizada por el MNR, que va a marcar un cambio radical en la historia del país.
Es a este país al que llegó José Gramunt de Moragas precisamente en 1952. Había nacido en Tarragona en 1922 y en 1944 había tomado la decisión de escuchar la llamada de Dios y había ingresado a la Compañía de Jesús. Después de ocho años de seminario –se ordenó sacerdote en 1957—tomó otra decisión que va a cambiar su vida: ir a Bolivia.
José Gramunt de Moragas llegó a un país convulsionado que estaba ensayando cambios trascendentales y se va a convertir en un testigo excepcional. Observó cómo de una economía semifeudal se pasó a una economía que el Estado controla en más del 70%; cómo del voto mezquino y excluyente, se pasó al voto universal; es testigo del nacimiento de la Central Obrera Boliviana, que representaba a la totalidad de los trabajadores; vio con gran expectativa la reforma agraria, la nacionalización de las minas y la reforma educativa; asimismo, miró desde las alturas paceñas el proceso del desarrollo de las tierras bajas que se había iniciado con el plan Bohan.
Acabo de decir que Gramunt de Moragas se convierte en un testigo excepcional del proceso de cambio que estaba viviendo el país. Pienso que fue algo más que eso. Este joven de 30 años impulsado por la vocación sacerdotal, al llegar a Bolivia tomó la decisión más trascendental que un hombre puede tomar, vivir Bolivia históricamente. Es por eso que se puede afirmar que José Gramunt de Moragas es boliviano, no sólo por haber hecho las gestiones para naturalizarse como tal.
José Gramunt de Moragas, el hombre fino y elegante, de voz bien timbrada y contundente; el sacerdote que jamás ocultó su condición de tal y tampoco se sirvió de ella; el hombre de leyes formado en la Complutense de Madrid y el periodista formado en la Universidad Meléndez y Pelayo y el la Syracuse University, lleva 57 años quemándose por este país que ama apasionadamente.
En este más de medio siglo de vivir Bolivia históricamente, José Gramunt de Moragas ha ejercido admirablemente el magisterio eclesiástico y el periodístico. Ha dirigido durante 25 años Radio FIDES y en 1963 fundó la Agencia de Noticias FIDES; además, hace poco más de 30 años es columnista de La Razón. Durante este tiempo se ha hecho acreedor de numerosas distinciones a nivel nacional e internacional. Ha recibido el Premio Nacional de la Asociación de Periodismo de La Paz, el Premio al Pensamiento y la Cultura de la Fundación Cultural La Plata y el Premio Libertad 2009 de la SIP. Posee las condecoraciones Pro Ecclesia et Pontífice de la Santa Sede, Caballero de la Orden Isabel la Católica, la Encomienda de la Orden del Mérito Civil de España y el Escudo de Armas de la ciudad de La Paz.
Este año el padre Gramunt ha presentado el libro ¿Es o no es verdad? 2003-2008 que reúne 298 artículos publicados en la prensa nacional. Aunque el autor en la presentación que hizo en La Paz se preguntaba si el resultado de la reunión de estos artículos era un “libro en mayúscula” (¿será galgo o podenco?”, decía, y en estos lares diríamos “¿será pato o gallareta?”), digo definitivamente, y creo que todos estarán de acuerdo, que es pato, un libro en mayúscula. A través de la lectura de estos artículos –la mayor parte de los cuales tratan sobre nuestra convulsionada realidad nacional y sus protagonistas—el lector puede tener un acercamiento a José Gramunt de Moragas que se presenta como un maestro incansable y paciente; como una persona siempre bienintencionada y bienpensante, tolerante, profunda, sensible, justa, religiosa, coherente, culta. El móvil de su vida se ha basado en el sentido del deber y su objetivo ha sido una Bolivia democrática. A ello ha dedicado su vida y tal vez es por eso que la Sociedad Interamericana de la Prensa le ha otorgado este año el Premio Libertad.
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