miércoles, 28 de octubre de 2009

¿De guerreros a plañideros sin gas? (Iván Arias Durán)

Fuera las transnacionales! Ni una molécula de gas a Chile! Nacionalización!” .Consignas que el año 2003 se apoderaron de la ciudad de El Alto para poner fin a una política hidrocarburìfera “neoliberal, vende patria, enajenadora y entreguista de los recursos naturales en favor de las transnacionales y los chilenos”.

El país fue ganado a ese discurso y la “agenda de octubre” fue el norte que llevó a que el MAS gane las elecciones de diciembre de 2005 de forma contundente. Evo Morales cual reencarnación del Quijote que se enfrenta a los gigantes, procedió a espantar a las transnacionales y a nacionalizar toda la cadena petrolera. Bajo el grito de ¡Dignidad!, los revolucionarios criogenizados resurgieron y a la cabeza del presidente Evo, con militares incluido, tomaron los campos gasíferos y refinerías.

El jolgorio nacional llegó a dilatación 10 y tuvo, en los alteños, como los parteros del proceso revolucionario concretado en el renacimiento de YPFB y decenas de empresas estatales. Casi nadie se atrevió a oponerse a semejante “medida patriótica”, Bolivia estaba enseñando al mundo que se puede poner de rodillas al imperio (expresada en Petrobras) y que comenzábamos el socialismo del siglo XXI. David, expresado en el resurgimiento indígena, había derrotado al Goliat neoliberal.

Han pasado apenas tres años de aquello y los datos de la realidad objetiva muestran hacia dónde nos ha conducido semejante dosis de nacionalismo y dignidad orgásmica. Si antes de la vorágine revolucionaria, los países vecinos nos consideraban el centro energético de Sudamérica, hoy somos marginales: decenas de bases para recibir barcos metaneros se han instalado en las costas de Brasil, Chile, Argentina y Perú.

Chile que era dependiente del gas boliviano vía Argentina, esta semana acaba de instalar en Quintero, lugar donde los bolivianos planteamos hacerlo hace ocho años atrás, una enorme planta de gas natural que se abastece con materia prima del Caribe para satisfacer su mercado interno y que, fíjense la ironía, ahora está por convertir a Chile en exportador de gas a la Argentina.

Así Chile hoy nos saca la lengua y (pre)ocupada por las revoltosas medidas bolivianas optaron por distraer, tierna y maternalmente a nuestro Presidente con una agenda de 11 puntos y mientras capitales mixtos aportaban más de mil millones para su independencia energética.

Por su parte, Brasil nos seguirá comprando gas, en realidad es hoy el único comprador serio, pero ya no con la misma desesperación de antes, porque haciendo de tripas corazón optaron por bailar la zamba de la indiferencia y cual padre comprensivo hacia el hijo díscolo, Lula le demostró que es mejor trabajar en vez de hablar y hoy los cariocas, gracias a millonarias inversiones, han descubierto enormes reservas de gas que les garantizan su independencia energética y los convertirán en exportadores.

Perú, que antes de nuestra ola revolucionaria sólo tenía 8 TCF, hoy está por encima de los 18 e instalando una planta de LNG en el Pacifico. En resumen, el otrora indispensable gas boliviano hoy es secundario y de actores estelares en el exclusivo show de los energéticos, hemos pasado a ser actores extras de quinta. Nuestra opción de ser dobles de Chávez nos ha conducido a que nos convirtamos en importadores de gasolina y GLP.

En este contexto, los guerreros del gas (los alteños) que ahora reclaman por la disminución de los ingresos de IDH y coparticipación en las cuentas municipales y, por lo tanto, en la afectación en obras de inversión social, tienen que asumir las consecuencias de su equivocada guerra y saber que en ella está la base de su fracaso, de nuestro fracaso. Porque, una vez más, mientras Bolivia danza, el mundo avanza. Estamos empezando a pagar el costo de las victorias pírricas y de la irresponsabilidad discursiva. La guerra del gas nos está dejando sin ingresos ni gas. Si los municipios, prefecturas y universidades no están recibiendo más recursos, no es sólo porque el Gobierno se esté quedando con los dólares en sus cajas, sino que, fundamentalmente, nuestras ventas de gas están bajando y los precios del mismo se están depreciando. ¡Qué fácil es ser dirigente de plaza y rifarse el futuro de la patria por fijaciones ideológicas! Y ahora, ¿a quién le echamos la culpa?

Fuente: La Razón