La destrucción del Parque Machía para facilitar el transporte de hojas de coca es un ejemplo más de la mitomanía en que está sumido nuestro país
Hace unos días, en este espacio editorial, al comentar la distinción que el presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas otorgó al presidente del “Estado Plurinacional de Bolivia” por su defensa de la “Madre Tierra”, decíamos que había abundantes motivos para cuestionar tal reconocimiento a Evo Morales, pues si hay algo que está haciendo estragos en la salud de la “Pachamama” es precisamente la actividad económica de la que es el máximo representante: la producción de coca y su correlato, su transformación en cocaína.
Los datos que confirman ese paradójico rol que le atribuye a Morales son muchos. Pero por si los ya conocidos no fueran suficientes, una nota periodística publicada en este medio da un ejemplo más, que por su elocuencia y magnitud no puede ni debe pasar desapercibido para las muchas organizaciones que actúan en nombre del medio ambiente pero optan por un silencio cómplice cuando la causa ecologista se corrompe con ciertas afinidades políticas.
Según el informe que comentamos, una de las principales reservas naturales que hay en nuestro país, el parque Machía, donde la comunidad Inti Wara Yasi desarrolla desde hace ya mucho tiempo una encomiable labor de protección de la vida silvestre, está a punto de ser destruida por una sola razón: el deseo de los “comunarios” de Villa Copabana, quienes exigen la construcción de un camino que facilite el transporte de sus productos al mercado. Por “productos” se entiende la hoja de coca.
Para satisfacer esa exigencia de “las bases cocaleras”, se destruirá una reserva ecológica donde viven alrededor de 1.000 especies de monos, felinos, osos y aves, todos cobijados por los bosques del parque, uno de los pocos lugares del trópico cochabambino donde todavía se pueden ver árboles centenarios.
Es tan grande el crimen ecológico que se está a punto de cometer, que muchos de los principales líderes del Movimiento al Socialismo estuvieron, mientras pudieron, entre los principales opositores a que se consume.
Hace ya algunos años, el entonces alcalde de Villa Tunari, Felipe Cáceres, actual viceministro, vetó el proyecto. Y lo mismo hizo años después el ex prefecto Rafael Puente. Ambas autoridades tuvieron que enfrentarse a las presiones de los cocaleros de la zona y fueron derrotados. Ahora, un camino cuya única razón de existir es facilitar el transporte de hojas de coca a su mercado, que no es otro que las fábricas de cocaína, dará fin con un parque que solía atraer un promedio de 30.000 turistas al año que lo visitaban atraídos por la belleza del lugar.
Mientras eso ocurre, muy orondo el Presidente Evo Morales luce su condecoración de defensor mundial de la “Madre Tierra”. Y las muchas organizaciones no gubernamentales que reciben cuantiosos recursos en nombre de la defensa del medio ambiente, guardan un vergonzoso silencio. Un ejemplo más de la mitomanía en que está sumido nuestro país.
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