lunes, 16 de noviembre de 2009

La Pachamama puede esperar (Humberto Vacaflor)

El destino o los dioses, pero no la Pachamama, han querido que el gobierno de Evo Morales esté viviendo ahora, cuando quiere ser reelegido en la presidencia, profundos cambios en sus más entusiastas planteamientos originales.

La caída de las regalías petroleras (de 2.445 millones de dólares en 2005 a solamente 624 millones en 2009) ha acelerado el proceso de rendición del MAS ante las petroleras. En plena campaña electoral, pero bajo la mesa, el gobierno está ofreciendo arriar todas sus banderas de su política petrolera. Demasiado pronto se está cumpliendo aquí aquello de que las oficinas de las petroleras están alfombradas con pieles de tigres, de todos los tigres que alguna vez osaron desafiarlas. Otra piel se está sumando a la muelle alfombra de las petroleras.

A este efecto contribuyó la pésima gestión petrolera del gobierno y la situación del mercado internacional del gas natural, que presenta una sobreoferta creciente. La relación del precio del gas respecto del petróleo, ha pasado de 1-9 a 1-19.

Dura lección para nuestros revolucionarios: nunca hagas una revolución contando solamente con los ingresos de una materia prima.

Hay otra bandera que es arriada ahora por el gobierno de la revolución boliviana del siglo XXI. Equivale a una traición, porque consiste en dar la espalda a la Pachamama, a la madre tierra, o si prefiere el lector, a la ecología.

En estos mismos momentos, el gobierno ha decidido negar sus compromisos de defensa del medio ambiente. El Consejo de Ayllus y Marcas del Qullasuyo (CONAMAQ) está indignado con el gobierno de Evo Morales. Lo que más molesta, dicen sus voceros, es que el gobierno trate de engañarlos, cuando no puede dividirlos. Para decirlo en castellano, lo que molesta a los aymaras de la región de Corocoro es que el gobierno sea ladino.

Es que el gobierno les pide una tregua para que suspendan sus medidas de protesta, pero aprovecha el tiempo para hacer nuevas trampas, para ser más ladino todavía.

En solamente seis días, en medio de una tregua, el Estado boliviano concedió la “licencia ambiental” a la explotación de cobre de Corocoro. El trámite, según dicen las normas bolivianas, debe durar por lo menos seis meses, para que todos puedan hacer conocer sus puntos de vista sobre el proyecto del que se trate y su impacto en la región. El Jacha Suyo Pakajaqui ha amenazado con suspender la provisión de agua a Corocoro, sobre todo si la que sale del ingenio hidrometalúrgico es tan contaminada como la de ahora.

Dicen los jilacatas de la zona que nunca habían tenido negocios con una contraparte tan inescrupulosa.

La misma decepción tuvieron los mosetenes y lecos del norte de La Paz, dos pueblos originarios orientales, respecto de la licencia ambiental para el ingreso de PDVSA (Petroandina) en la zona. Una “licencia ambiental” concedida en tiempo récord que autoriza a la firma venezolana a ingresar en un parque natural, el más rico de Bolivia.

El presidente comenzó este viraje con una dramática exclamación: “Si no podemos explotar el petróleo de la región Amazónica, entonces ¿de qué vamos a vivir?”

Sus seguidores le han dado la respuesta, con los hechos. Vamos a vivir de la coca. Lo malo es que la coca está destruyendo a la Pachamama más rápido que las empresas petroleras y las mineras.


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